¡Feliz año!
viernes, 31 de diciembre de 2010
Feliz 2011
¡Feliz año!
sábado, 25 de diciembre de 2010
Sayonara, sayonara, me voy pal Japón. Fajardo y sus estrellas.

Felizmente, he podido hallar todos los temas mencionados y aquí los comparto.
viernes, 24 de diciembre de 2010
Shibuya 109 y las navidades de Girl's Generation

¡Felices fiestas a todos!
miércoles, 17 de noviembre de 2010
Mañana en la Feria del Libro de Miami

También, el domingo 21 de noviembre a las 11:30 a.m. estaré firmando ejemplares del libro en el stand de la editorial Linkgua USA (sección D de la Feria).

sábado, 6 de noviembre de 2010
Me lo dijo Adela

miércoles, 20 de octubre de 2010
Tres versiones japonesas de "Mágica luna"
martes, 19 de octubre de 2010
Roberto Barbon y General Min Min
jueves, 9 de septiembre de 2010
sábado, 7 de agosto de 2010
Marilyn, Di Maggio y el Hotel Imperial

En realidad, la mítica indemnidad del Hotel Imperial -al que me habré referido en otras ocasiones- durante el Gran Desastre de Kantō (el terremoto al que se refiere Cramer) no fue ni mucho menos tal. No obstante, resistir un terremoto de casi ocho grados, librar los siniestros que le acompañaron y funcionar, además, como refugio, le convirtieron, desde el mismo día previsto para su inauguración, en símbolo de la ciudad; rango, circunstancial y acaso inmerecidamente sublimado por el colapso del Doce Pisos de Asakusa, emblema de un Tokio que aún era Edo y que el gobierno japonés, escudado en su supuesto intento de “moralizar” el desarrollo moderno de la “capital imperial”, estaba empeñado en destruir. Dañado nuevamente durante el bombardeo de Tokio, en 1945, el Hotel Imperial sobreviviría apenas una década después de la visita de Marilyn y Joe. Fue desmantelado en 1968, en parte, precisamente, por las deficiencias de su estructura antisísmica, y su lobby trasladado al magnífico museo de Meiji Mura.
viernes, 6 de agosto de 2010
Hiroshima and the Emperor’s New Clothes
Hiroshima and the Emperor’s New Clothes
Chubby,
glossy face shiny with sweat,
the emperor of the new clothes,
his (nuclear) belly button plain to see,
says he’s coming to Hiroshima.
He says he’ll pay his respects at the atomic cenotaph.
Can he really stand
belly-button-bare before the monument
that says “the mistake shall not be repeated”?
The emperor of the new clothes,
who says what is isn’t
and what isn’t is
and turns lies and fraud into state policy,
says he’s coming,
bare belly button and all.
In Hiroshima
not only the children
but also the old people, the men, the women
laugh, get angry
at the chubby emperor’s
belly-button antics.
In April he pays his respects at the shrine to war,
in August he pays his respects at the atomic cenotaph.
Repeating flat contradictions every day,
in the country across the sea
he says what they want him to say;
here at home, for domestic consumption,
he says what is isn’t
and what isn’t is.
But Hiroshima will not be fooled.
O, you 200,000 dead!
Come forth, all together,
from the grave, from underground.
Faces swollen with burns,
black and festering,
lips torn,
say faintly, “We stand here in reproach.”
Shuffle slowly forward,
both arms shoulder high,
trailing peeled-off skin.
Tell them—
the emperor of the new clothes
and his entire party—
what day August sixth is.
jueves, 8 de julio de 2010
Paréntesis futbolístico
Después de pronunciar el famoso "Españoles, Franco ha muerto", Carlos Arias Navarro, a la sazón presidente del gobierno, lee el testamento del "caudillo". Una version de unviejolobo a partir de la magnífica boutade de El Intermedio.
jueves, 1 de julio de 2010
El intermedio y algunas curiosidades
De Murakami Ryū he comentado brevemente en posts anteriores ( "De idiomas" y "¿Quiénes son?") sobre su peculiar labor como empresario de la salsa cubana en Japón. En relación con la novela de Natsume Sōseki, ha resultado igualmente curioso la reciente publicación de Soseki: inmortal y tigre, un volumen de Fernando Sánchez Dragó que tiene como protagonista a su gato, bautizado con el nombre del escritor japonés. Sánchez Dragó -cuya esposa es, por cierto, japonesa- ha sido profesor de literatura española en Japón y guionista de programas en español para la cadena NHK. Las melodramáticas relaciones de Sánchez Dragó con su gato (con el que llegaría, incluso, a presentar su programa Diario de la noche en Telemadrid) fueron nota frecuente en los medios españoles hasta la muerte de la mascota.
Los videos han sido tomados de Campamante's Channel, un canal de You Tube dedicado a El intemedio. Emisiones completas y otros fragmentos de este excelente programa -que recomiendo a todo aquel que le interese el buen humor - pueden verse también en laSexta TV Online.
jueves, 24 de junio de 2010
25 de junio: "Día Nacional de la Claria"

En Japón, por el contrario, ni el pez-gato ni su imagen (a salvo de la variedad) son para nada ajenos: legendariamente, la causa de los terremotos se asociaba con los bruscos movimientos de un pez gato gigante (namazu) que, a pesar de ello, también podía llegar a ser benefactor de los necesitados. No he explorado a fondo el tema, pero doy en pensar que tal vez no exista otro país con tanta gráfica protagonzada por un pez-gato, etiquetada, literalmente, como namazu-e dentro de las muy detalladas clasificaciones del ukiyo-e.
Lo que probablemente pocos japoneses, y aún menos cubanos, conozcan, es que en 1987 el entonces presidente de Estados Unidos de America, Ronald Reagan, declaró el 25 de junio como el Día Nacional del Pez-Gato en reconocimiento al valor y a la tradición del cultivo de la especie en el país. Algo que, para el caso cubano, podría constituirse en el "Día Nacional de la Claria", si es que al gobierno de la isla, que tantas fechas de tan escaso valor proteínico celebra, se le ocurriera considerar algo parecido. En la declaración se elogia al pez-gato como de gusto delicado y fuente de proteínas bajas en calorías y en colesterol y se llama al pueblo de los Estados Unidos a la observancia de este día con ceremonias y actividades apropiadas. En realidad, no imagino cuáles puedan ser éstas, si es que en verdad se celebran, pero, de seguro, la degustación del pez-gato estará entre ellas, aunque, de acuerdo con algunas leyes del Estado de la Florida probablemente entre las variedades no se encuentre la claria.
*El título del post es, por supuesto, una broma a partir del National Catfish Day en los Estados Unidos de América. La imagen que lo encabeza está tomada de la página de la Séptima Asamblea de la Comisón Sismológica de Asia y Sociedad Sismológica de Japón. La nota que le acompaña aclara que después del terremoto de 1885, en Tokio, numerosas estampas de terremotos y peces-gatos estuvieron circulando, y que en este grabado, que pertenece a los archivos del Instituto de Investigación de Terremotos de la Universidad de Tokio, puede verse a Kashima, Dios de los Terremotos, presionando un gran pez-gato con una piedra, mientras que peces-gatos más pequeños que causan terremotos piden disculpas a la deidad. Una estampa que, según advierte el texto, circulaba como amuleto para aquellos que temían de los terremotos.
martes, 22 de junio de 2010
Tokonoma
Tanto por la relación espacial como por la noción de vacío, en el poema, Lezama considera el tokonoma a partir únicamente de su carácter de vano u hornacina, muy probablemente dentro del espacio de la “casa del té” (chashitsu) y, acaso, dentro del propio ambiente de la “ceremonia del té” (chanoyu), ambos íntimamente asociados con el budismo zen; la uña horada la pared, la mesa, un papel de seda, el borde de una taza, el cielo; abre un nicho diminuto que pasa de ser ese pequeño vacío donde imaginamos refugiarnos de lo que nos rodea, de nosotros mismos, o con nuestro gozo, para convertirse en otro vacío mayor donde todo cabe, se desdobla y se asienta.
Aunque esta sublimación del tokonoma (que no es necesariamente un espacio mínimo, ni representa estrictamente lo insondable del vacío) no haya que discurrirla más allá de su excelencia poética, probablemente en su trasfondo estén lecturas como El libro de té, de Okakura Kakuzō, cuya traducción popularizara el tema en occidente, y que, junto al Bushido de Inazo Nitobe, fuera uno de los pilares para el imaginario moderno y esencialista de un Japón tradicional, apriorísticamente homogeneizado, estilizado y mitificado en reticencia samurái y en cordura zen.
Intentando responder con este post a un lector de este blog, he tenido la idea de publicar algunos poemas cubanos relacionados con Japón. Comienzo, pues, con “El pabellón del vacío”, de José Lezama Lima (Fragmentos a su imán, 1977) y con “Fuga del tokonoma”, de Félix Lizárraga (A la manera de Arcimboldo, 1999), un hermoso homenaje al poema y al poeta. El primero aparece en José Lezama Lima. Poesía completa. Letras cubanas, 1994, y el segundo en A la manera de Arcimboldo, Ediciones de Afuera, 2005. La foto que encabeza este post la tomé en julio del 2009 en el complejo del Rokuon ji (donde se encuentra el famoso Kinkakuji, el Pabellón de Oro de la novela de Yukio Mishima). En el extremo derecho puede verse el tokonoma, en cuyo fondo cuelga un kakemono; la apariencia de pared rasgada que le antecede –acaso similar a esa pared raspada por la uña en el poema de Lezama- no es más que un tronco irregular dispuesto como límite del muro.
El pabellón del vacío
José Lezama Lima
Voy con el tornillo
preguntando en la pared,
un sonido sin color
un color tapado con un manto.
Pero vacilo y momentáneamente
ciego, apenas puedo sentirme.
De pronto, recuerdo,
con las uñas voy abriendo
el tokonoma en la pared.
Necesito un pequeño vacío,
allí me voy reduciendo
para reaparecer de nuevo,
palparme y poner la frente en su lugar.
Un pequeño vacío en la pared.
Estoy en un café
multiplicador del hastío,
el insistente daiquirí
vuelve como una cara inservible
para morir, para la primavera.
Recorro con las manos
la solapa que me parece fría.
No espero a nadie
e insisto en que alguien tiene que llegar.
De pronto, con la uña
trazo un pequeño hueco en la mesa.
Ya tengo el tokonoma, el vacío,
la compañía insuperable,
la conversación en una esquina de Alejandría.
Estoy con él en una ronda
de patinadores por el Prado.
Era un niño que respiraba
todo el rocío tenaz del cielo,
ya con el vacío, como un gato
que nos rodea todo el cuerpo,
con un silencio lleno de luces.
Tener cerca de lo que nos rodea
y cerca de nuestro cuerpo,
la idea fija de que nuestra alma
y su envoltura caben
en un pequeño vacío en la pared
o en un papel de seda raspado con la uña.
Me voy reduciendo,
soy un punto que desaparece y vuelve
y quepo entero en el tokonoma.
Me hago invisible
y en el reverso recobro mi cuerpo
nadando en una playa,
rodeado de bachilleres con estandartes de nieve,
de matemáticos y de jugadores de pelota
describiendo un helado de mamey.
El vacío es más pequeño que un naipe
y puede ser grande como el cielo,
pero lo podemos hacer con nuestra uña
en el borde de una taza de café
o en el cielo que cae por nuestro hombro.
El principio se une con el tokonoma,
en el vacío se puede esconder un canguro
sin perder su saltante júbilo.
La aparición de una cueva
es misteriosa y va desenrollando su terrible.
Esconderse allí es temblar,
los cuernos de los cazadores resuenan
en el bosque congelado.
Pero el vacío es calmoso,
lo podemos atraer con un hilo
e inaugurarlo en la insignificancia.
Araño en la pared con la uña,
la cal va cayendo
como si fuese un pedazo de la concha
de la tortuga celeste.
¿La aridez en el vacío
es el primer y último camino?
Me duermo, en el tokonoma
evaporo el otro que sigue caminando.
Fuga del tokonoma
Félix Lizárraga.
El hombre viejo araña la cal de un muro aún más viejo.
La cal se rompe con un débil chasquido polvoriento.
El hombre viejo sigue arañando como si nadara, se vuelve en el
reverso de sus uñas un pez de oro sonámbulo, se fuga en los
espejos de la pleamar.
Los labios (¿del pez, del viejo?) murmuran una frase mordida,
«El tokonoma».
El espejo del muro le devuelve otro rostro en las espumas de la
cal que se deshace.
El pez navega soñando, majestuoso, una galera con las velas de
púrpura.
Las uñas van ahondando.
La reina va tendida entre la concha de las púrpuras, que olvidan
sus reflejos en la carne bruñida de un joven faunecillo.
El pez ondula el oro absorto de su fuga.
Las uñas van ahondando, deshaciendo la cal del muro.
El faunecillo sostiene en las dos manos un espejo de bronce.
Las uñas van ahondando.
La reina ríe, entreabre los muslos, largas cintas de seda que se
enroscan.
Las uñas en la cal.
La seda de los muslos se entreabre sobre el bronce bruñido.
Penetra el pececillo las espumas purpúreas.
Las uñas acarician el bruñido del fauno, espejo absorto, cal en fuga, oro que se deshace.
Los labios (unos labios) murmuran una frase mordida,"El tokonoma".
A los pies del hombre viejo, arañando la cal de un muro aún más viejo, cae un espejo de bronce con un débil chasquido polvoriento.
En su reverso, un pez, una galera, un faunecillo de oro en fuga.
jueves, 17 de junio de 2010
Vamos! Nippon
1998 fue la primera copa mundial en que participó Japón y había gran exaltación, sobre todo porque la Japan League se había inaugurado apenas en 1993. Para el escenario internacional, la selección japonesa es conocida actualmente como la "Samurai Blue", sus seguidores como Ultra Nippon y su himno (o más bien su martinete) como Vamos! Nippon (pronunciado "Bamo Nippon"). Desconozco el motivo de ese vocablo en español dentro del himno, y únicamente supongo que tenga algo que ver con la pasión japonesa por la selección argentina.
viernes, 11 de junio de 2010
Trío “Ros Panchos”

El disco, cuya portada ilustra este post, lo adquirí hace más de diez años en uno de los pasillos de esa profunda y enorme ciudad que es la estación de Shinjuku. No lo hice por la música del famoso trío, de la cual el disco no es más que un habitual compendio de éxitos, sino por el sorprendente error en la escritura del nombre del grupo musical hispanoamericano de más fama en Japón, así como por los "gazapos" en algunos de sus títulos. Comprado por unos pocos yenes en una mesa donde se amontonaban muchas otras grabaciones, si bien de calidad, ya “pasadas de moda”, he dado en pensar que el equívoco se debió, más que a la ausencia de la letra ele o de algunos otros fonemas del español en la pronunciación japonesa, a la indolencia de una producción (o reproducción) barata destinada al mercado nacional.

En la primera mitad de la década del sesenta, Los Panchos hicieron giras a Japón y grabaron un par de discos con temas japoneses -algunos compuestos por autores del país- y donde, en ocasiones, cantan en japonés. Se suman en ello, y por la misma época, al dúo Los Compadres. De los varios videos que al respecto pueden encontrarse en Youtube, comparto aquí “Se llama Fujiyama” y “Estoy llorando” (este último, una mezcla de enka con fraseos de estereotipada música “oriental”). No es, por supuesto, ni lo más conocido ni, mucho menos, lo mejorcito de Los Panchos, pero tanto éstas como otras canciones del mencionado repertorio fueron todo un éxito en Japón, añadiéndose al que el histórico trío ya se adjudicaba de por sí.
viernes, 4 de junio de 2010
Presentación del olvido. Agradecimientos

Agradezco, con gran cariño, a todos los que estuvieron, de un modo u otro, al tanto de la presentación del libro; muy especialmente a los amigos que asistieron (o que me visitaron posteriormente), así como a los que, sin conocernos en persona, tuvieron la gentileza de comunicarse conmigo. Y, por supuesto, a Enrique del Risco, quien ideara esa magnífica velada en la Universidad de New York, y a quien también agradezco sus palabras para la contraportada. También a Margarita García Alonso y a Juan Carlos Recio por sus muy amables posts -que aquí enlazo- desde los que he podido, igualmente, reencontrarme con otros buenos y viejos amigos.
En cuanto a la edición, quiero agradecer de modo muy particular a la excelente artista cubana Sandra Ramos, por su obra para la portada, a Antonio Orlando Rodriguez y a Daína Chaviano por sus muy gentiles palabras (en compañía de las de Enrique del Risco y de las que la crítica literaria canaria Alicia Llarena escribiera hace ya más de veinte años) y a los editores de Malecón, Andrés Pi y Radamés Molina por su insistencia en la publicacion de este libro.
lunes, 24 de mayo de 2010
Presentación del olvido

No ha cesado la lluvia; desde la oscura veranda del santuario los
jardines parecen disolverse; y hacia la tarde, poco queda ya por
descubrir de su cuidada indiferencia.
La discreta torcedura de las ramas, las sogas invisibles que comban
los arbustos, los pasos desgranados en guijarros, se distinguen
con la misma claridad de su ficción.
Lejos de los portones, las luces tempranas de las casas del fondo
demoran la silueta de las tumbas, de las tablillas escritas que
dan a sus ventanas.
No es demasiado el peso de la lluvia; sobre las tejas pavonadas o
ceniza corren hilos de agua que tardan en caer sobre otras tejas
rotas, amontonadas en el suelo.
Un tiempo acaso, que diríase inmóvil, aísla cada hoja, cada poro de
tierra, cada gota deslizada en las rendijas y los hace brillar por
un instante, como si nada más hubiera.
Un mismo tiempo en el que todo parece recortado de algún paisaje
enorme, de alguna cordillera filtrada por la niebla, sin envés y
sin sombra
un paisaje distante donde apenas se vislumbra construcción o aliento,
o un sólo trazo desvaído y breve iluminando el techo de una
casa en las faldas.
Detrás de la veranda alguien habrá de estar, o nadie; de las puertas
cerradas, del opaco esmeril de los cristales, sólo se advierte el
reflejo de la lluvia.
En las urnas, al pie de los sepulcros, se compacta la arena ennegrecida por los restos de incienso, y algo de pétalos y barro da
en flotar en la boca de los tiestos vacíos.
No hay estatuas, ni bustos, ni mármoles crispados, sólo volúmenes
geométricos pulidos en piedra, casi mudos, casi repetidos, inútiles
para la pasión o el sufrimiento.
Dispersas, se humedecen también imágenes de dioses, en roca y
musgo o bronce bien gastado, y en los rincones, llaves de agua,
baldes, mangueras, cazos para limpiar las tumbas.
martes, 18 de mayo de 2010
Entrevista a Kichiro Ogaki
Kishiro Ogaki es Doctor en Historia por la Universidad de Navarra y por El Colegio de México. Figura como especialista principal en muchos de los capítulos sobre Hispanoamérica que han aparecido en diversas enciclopedias, y está entre los responsables de la edición de uno de los diccionarios español-japonés más consultados. Tiene, además, una Historia de la Constitución española de 1845, un ensayo sobre El Ayuntamiento de la Ciudad de México durante la guerra de independencia, y una Historia de México y Japón del siglo XVI al XIX. Y traducciones que representan un hito para el conocimiento de México y Latinoamérica en Japón: la Relación y noticia del reino de Japón, de Don Rodrigo de Vivero; el Viaje de la comisión astronómica mexicana al Japón, de Francisco Díaz de Covarrubias y Siglo de Caudillos, de Enrique Krauze. En la época de la entrevista fungía como Director General de Relaciones Internacionales de la Universidad de Estudios Extranjeros de Kioto, donde actualmente continúa como profesor. Antes había sido Coordinador del Centro de Estudios Mexicanos y Jefe del Departamento de Estudios Hispánicos de la misma universidad. Ha sido condecorado con las órdenes Águila Azteca e Isabel la Católica.
Ante todo, tengo que decirte que yo le di la vuelta al mundo. Yo era un muchacho muy inquieto y siempre me gustó mucho viajar. Desde que estaba en el bachillerato. Así que cada vez que tenía tiempo libre lo aprovechaba para ir aquí o allá, es decir, me la pasaba viajando, yendo por todo Japón, desde Hokkaido hasta Kagoshima. Por eso, cuando más o menos terminé de recorrer desde el extremo norte hasta el extremo sur del archipiélago, me dije: “ahora quiero conocer otros países”. Entonces se me ocurrió dar la vuelta al mundo. Y compré un boleto para un barco francés que salía del puerto de Kobe y llegaba hasta Marsella, pero que también tocaba muchas otras ciudades: Yokohama, Hong Kong, Saigón, Singapur, Colombo, Bombay, Djibuti, Portside: 30 días en barco. De Marsella di una vuelta por Europa, y luego me fui en tren a España, donde estuve casi un mes y, finalmente, a Lisboa, desde donde tomé un avión hacia Nueva York. Después pasé por Canadá, Los Ángeles, México y otra vez Canadá. Y de allí, desde Vancouver, regresé por una ruta que llegaba a Tokio a través de Honolulu. En resumen, 32 países en 112 días. Es decir, casi la vuelta al mundo en ochenta días. Con 21 años.
Eso fue en 1965. En aquel momento el dólar estaba a 360 yenes. Y sólo se nos permitía sacar 500 dólares. Quinientos dólares, es decir, nada. Pero por mi cuenta yo conseguí cerca de 2,000 ó 2,500 dólares. Como yo era estudiante, no tenía dinero pero sí tiempo de sobra. Entonces me puse a enviar tarjetas postales a mis amigos. A cada uno de los amigos que habían estado conmigo desde el kindergarten hasta la universidad. En las tarjetas les explicaba lo que intentaba hacer, y les pedía que, de ser posible, colaboraran para mi empresa. Entonces todos me empezaron a mandar cheques o efectivo. Así que en cuestión de un mes pude reunir los yenes necesarios para comprar el pasaje. Lo curioso es que para agradecerles no pude hacer otra cosa que volver a enviarles una postal, que costaba cinco yenes en aquel entonces. A esa colecta se sumó una cantidad con la que me ayudaron mis padres. Pero aun así, para la magnitud del viaje que intentaba hacer todo ese dinero resultaba insuficiente. Como tú sabes, lo que más te cuesta es el gasto de alojamiento, quedarse en un hotel es lo más costoso. Por eso, ya una vez que estaba viajando empecé a hacerme de amigos en cada parte del mundo, hombres y mujeres. En España, Portugal, India, Estados Unidos, México. Por ejemplo, el amigo de México era un caso muy particular. Era un señor millonario que tenía una compañía farmacéutica y que vivía en Lomas de Chapultepec; íntimo amigo del presidente del hotel New Otani, de Tokio. Su casa era impresionante: sirvientas, alberca, dos y tres coches; en fin, una residencia de gente de dinero. Y eso para un japonés, especialmente para un estudiante japonés de la década de los sesenta, que es cuando Japón comenzaba a acelerar su desarrollo económico, era algo sensacional. Un día le dije a ese amigo que me gustaría conocer un poco más el país, y él me contestó: “Muy bien. Mañana nos vamos a Guadalajara”. Y yo pensé que iríamos en autobús, pero nos fuimos en Mexicana. Recuerdo, incluso, que en aquel momento Mexicana usaba un avión británico, Comet, que luego lo descontinuaron porque tenía problemas en el motor. Y bueno,todo eso era más que maravilloso para mí, era como un sueño.
Continuar aquí:
http://www.publicaciones.cucsh.udg.mx/pperiod/pacifico/revista36/6emiliogarcia.pdf
lunes, 17 de mayo de 2010
Jardín japonés, jardín cubano


Con respecto al término "jardín japonés" únicamente quisiera observar que, independientemente del modo en hayan sido recreados, no existe un sólo tipo o estilo; el del Jardín Botánico Nacional parece caer, por ejemplo, en la categoría de kaiyuushiki teien o, acaso, más estrictamente, en la de chisen kaiyuushiki teien. (Particularmente en la recreación del karesansui, una de las piezas contemporáneas más afamadas es la realizada por Arakawa Shusaku y Madeline Gins dentro de su amplio proyecto Reversible Destiny)
El "Jardín cubano", por su parte, ha sido excelentemente comentado y ficcionado por Antonio José Ponte en Un arte de hacer ruinas, La fiesta vigilada y el documental Arte nuevo de hacer ruinas. Y teorizado (involuntariamente) por Kevin Lynch en Echar a perder. El tema toca algo que he venido trabajando colateralmente desde la optica de la cultura visual: la imagen no convencional en los imaginarios (oficiales o no) de la ciudad, asi como la inclusión de la vulnerabilidad y el riesgo como categorías habituales para el análisis de cualquier imagen arquitectónica y urbana.
domingo, 16 de mayo de 2010
Jardín Japonés de La Habana

De nuevo, en una reunión de amigos, unos de los presentes, contaba que este viernes pasado, había asistido a una conferencia, en la Casa de Asia, en el centro histórico de nuestra ciudad, dada por un japonés, sobre jardines en su país. Dicha conferencia estuvo enriquecida con las imágenes proyectadas de los magníficos jardines y paisajes de este hermoso país asiático.
Al terminar la misma, el conferencista de marras, expresó su deseo de acudir él y la delegación de inmediato, pues no disponían de espacio en la agenda, al jardín japonés nuestro, ya que ellos recordaban, que cuando fue proyectado el mismo, Japón cooperó con el diseño, e inclusive había donado una escultura, casi sagrada, que suele colocarse como símbolo en estos jardines.
Ahí mismo, se formó el corre- corre. Llamadas urgentes por celular, desde la Habana Vieja a Calabazar, para que prepararan condiciones, ante la inminente visita. De más está decir que, cuando llegaron al lugar, todavía los empleados del mismo estaban, escoba en ristre, dando los toques finales para recibir a tan honroso comité.
Mi amiga, que integraba parte de la representación de nuestro planeta, quedó horrorizada, asumiendo vergüenza ajena, ante el espectáculo que observaban sus ojos. El jardín estaba en un total estado de abandono, ya ni era la sombra de aquél que un día fue. El tótem estaba dañado, como si un loco hubiera cogido una mandarria, para descargar su enojo contra el mismo. Ella no se atrevía a hacer ningún comentario, como tampoco, mirar a la cara a los japoneses. Salieron en silencio y así continuaron el viaje de regreso.
Más tarde, alguien comentó, que los japoneses habían expresado el deseo de hacer un jardín cubano en su país. Entonces mi amiga habló. -Ya tengo en mente el diseño-,Dijo. Me imagino, un gran solar, con todo tipo de matojos creciendo a su aire, unas cuantas latas, envases de cartón vacíos y bolsas plásticas, diseminadas por doquier,algunos excrementos de animales y, un hermoso letrero que diga se puede pisar el césped-
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Cuchillos japoneses

Desconozco si los cuchillos promocionados por La Vanguardia, de uno a cinco euros, tengan la afamada calidad de los Kyocera (con sus cuchillos de cerámica), los Misono o los de otras marcas cuyos precios oscilan entre 6000 y más de 50 000 yenes. Pero conque puedan hacer, sin mellarse, lo que aparece en los siguientes videos será, sin duda, una buena inversión.
viernes, 7 de mayo de 2010
Pabellón japonés, Shanghai 2010
miércoles, 5 de mayo de 2010
Ver e interpretar

El cartel que encabeza este post -datado de hacia 1962 en la “Guide to the Cuban poster collection, 1960-2000” del Online Archive of California- tiene un doble (o acaso triple) interés. El primero, por dar a conocer algunos de los filmes japoneses que se pasaban en Cuba a inicios de los sesenta, así como por lo que de reconsideración dentro del contexto cultural y político de la época puede dejarnos la misma estructura de los ciclos y la elección de los filmes. El segundo, por el propio objetivo del curso, que explicita con ridícula bastedad (francamente hilarante) las intenciones de la enseñanza de la apreciación artística, ideologizadas en los planes de estudios y, como bien se sabe, transmutadas en censura o en juicios políticos a los creadores. El ciclo de Japón lo introduce el profesor y crítico de cine Mario Rodríguez Alemán (o “Mario Rodríguez Alemán Democrático”, como llegaría a apodársele por su tendencia a -y en- la interpretación política de los filmes), y el evento aparece promocionado por la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), todavía necesitada del apelativo de “revolucionaria”, y por la entonces Asociación de Jóvenes Rebeldes (AJR). De las cintas japonesas que anuncia el curso creo haber visto únicamente Los siete samuraís, habitual, aparte de por sus virtudes, para explicar el tema de la explotación campesina y la rebeldía de los “desclasados”. Del resto, sin revisar a fondo, sólo advierto la curiosidad de la aparición de Eiji Okada en Hiroshima, actor que se hiciera famoso en occidente por otra cinta casi homónima (y tal vez de contexto similar): Hiroshima mon amour, de Alain Resnais y con guión de Marguerite Duras.
Con respecto al tema de la propaganda política dentro de la enseñanza y la apreciación artística en Cuba, incluyo abajo dos paradigmáticos periódicos murales, encontrados en la misma fuente que el anterior, y pertenecientes a la misma época: aunque ya para el arte no funciona, todavía en el terreno de la admonición y la agitación política es usual, más por vicio que por convicción, semejante retórica. Sobre carteles para los estrenos, y por las cintas japonesas que se proyectaban en Cuba, puede verse la pequeña muestra de gráfica de los años sesenta y setenta recogida en el interesante blog sobre cine japonés Wildground.


lunes, 26 de abril de 2010
¿Quiénes son?: Sindo y María Elena


viernes, 23 de abril de 2010
¿Quiénes son?

La adivinanza es para los lectores cubanos, mayormente para quienes vivieron en Cuba en las décadas de los setenta y los ochenta. Oculta menos un tema japonés que mi sorpresa ante unos rostros habituales por aquella época en la pantalla chica y que había borrado de mi memoria. Hacia 1980 estuvieron quince meses en Japón y de ahí es la foto. (Omito, lógicamente, la fuente de la información, que aclararé en un próximo post).
Aparte de Los Compadres, y de la participación de Los Hermanos Bravo como parte de la delegación cubana a la Feria Internacional de Osaka en 1970 (un documental japonés que estoy tratando de recuperar), desconozco cuántos otros artistas pasaron por tierras japonesas antes del boom de la salsa y la agencia montada por el escritor Murakami Ryū. Por el momento, ésta es la única foto que creo conocer de artistas o personajes públicos cubanos en atuendos japoneses.
martes, 20 de abril de 2010
Huyamos despavoridos como ratas

En comparación con el cine japonés, y acaso hasta el despliegue internacional del cine chino en la década de los ochenta, la producción cinematográfica del este de Asia exhibida en Cuba fue bastante exigua. Al menos, hasta la presentación del Sorgo Rojo (1987) de Zhang Yimou, la única cinta del este de Asia no japonesa que recuerdo haber visto la vi en mi infancia. Fue en uno de los cines del barrio chino de La Habana (Nuevo Continental o Águila de Oro) donde, convoyadas con las películas del circuito de exhibición habitual, todavía pasaban películas chinas, y en chino, para el público del barrio. En aquella ocasión, mi padre me había llevado a ver El octavo (1969) -una historia búlgara sobre la resistencia antifascista- y la cinta china de turno era una comedia fantástica, donde un joven inocente era apaleado y un mago hacía que los golpes le dolieran a la suegra malvada. Era una cinta en blanco y negro, probablemente de los años cincuenta y, casi con seguridad, producida en Hong Kong o Shanghai. (Desconozco si la sociedad china siguió importando filmes para su consumo después de 1959 o si eran rollos que ya estaban ahí y se repetían hasta la saciedad, o si en algún momento dejaron de pasarse y desaparecieron).
Fuera de eso, sólo recuerdo las reseñas de “filmes clásicos” de Corea del Norte en uno de los mejores libros de humor que he leído: un compendio de Kim Song Il sobre la cultura norcoreana (o tal vez únicamente sobre su cine) donde se afirmaba, entre otras cosas, que el idioma coreano era apto para enseñar el marxismo porque tenía alternancia de sonidos altos y bajos. Los títulos de esas cintas “clásicas” -casi todas supuestamente escritas o dirigidas, o, al menos, supervisadas, por Kim Il Sung o Kim Song Il- eran del tenor de “De cómo la aldea tal sobrecumplió la cosecha de manzanas”.
Lo otro era una frase que oía comentar y que se atribuía a una cinta norcoreana exhibida en Cuba. Nunca vi la película y ninguno de los que decía haberla visto me supo dar razón ni del título, ni de algo más sustancial que no fuera el hecho de que era una película de guerra. Hoy pienso que tal vez pudo haber sido Mar de sangre (1968), un filme basado en una obra "clásica" supuestamente escrita por Kim Il Sung en la década del 1930, sobre la lucha contra la ocupación japonesa, y del cual existe el cartel del ICAIC que ilustra esta nota. De provenir ciertamente de algún filme, la frase resulta más que elocuente para advertir no ya lo burdo de la propaganda, sino el sinsentido de un sistema. De suponerla una invención popular, sería una magnífica muestra del ingenio cotidiano para hiperbolizar el evidente ridículo (y probablemente para asociarlo, implícitamente, a la similar esencia retórica del gobierno cubano). Ante el avance de las tropas de Kim Il Sung, y asumiendo el lenguaje triunfal de sus oponentes, los enemigos (y para el caso daba lo mismo japoneses, surcoreanos o chinos) exclaman a voz en cuello: “huyamos despavoridos como ratas, que ahí vienen los heroicos combatientes del ejército rojo”.
El cartel de Mar de Sangre está firmado por Dimas y es de 1971 (la imagen utilizada está tomada de otro enlace donde no aparece la firma). Las fotos de los cines han sido tomadas de sendos post del blog Buena suerte viviendo, de Lázaro Sarmiento, y pertenecen al Nuevo Continental y al Águila del Oro. Ambos posts están fechados en 2009 y no sé si ese será el estado actual de ambos cines. El cartel que aparece en la pared del Nuevo Continental, dice Cine Continental y también con este último nombre lo reporta el autor del blog. Tal vez la Oficina del Historiador de la Ciudad, que para esa fecha tenía la obra en estudio, haya hecho algún “descubrimiento” con respecto al nombre del inmueble.
sábado, 10 de abril de 2010
Contextos de Akira Kurosawa

Quisiera añadir (a la nota en Factual.es) que dentro de la relativamente abundante cinematografía japonesa proyectada en Cuba entre las décadas de los sesenta y los ochenta (tema al que me he referido tangencialmente en “Seremos como Ichi” y en “Gorath / Latitud Cero”) Akira Kurosawa fue, sin duda, el director más conocido. Al menos, hasta que supimos de la existencia de Nagisa Oshima cuyo El imperio de los sentidos fue, acaso únicamente en virtud del “escándalo” que se le atribuía por sus escenas de sexo, la cinta japonesa más esperada dentro de la isla. (La vi a inicios de los noventa en una de las salas de cine de la Universidad Nacional Autónoma de México y desconozco si finalmente llegaría a ser exhibida en Cuba; recuerdo, de hecho, a algún dirigente del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos aseverando que no ponía la cinta para evitar los tumultos que seguramente ocurrirían por ver –probablemente señalando sin proponérselo lo que a él mismo le había interesado de la cinta- “un pedacito de rabo”). Si bien otros directores como Masaki Kobayashi o Kaneto Shindo habían comenzado a sernos familiares -en buena parte gracias a aquella magnífica -y hoy desaparecida- producción gráfica de carteles y vallas que anunciaban los estrenos por la ciudad-, ninguno, aunque la tenían, fueron asociados, como Kurosawa, con una producción constante. A Kobayashi lo recordábamos mayormente por su excepcional Harakiri (tal vez más que como el mismo director de la muy gustada Kaidan) así como a Kaneto Shindo por La isla desnuda.
