lunes, 28 de noviembre de 2011

Saotome Taichi y Tachibana Daigorō


El samurai que lucha contra la sombras en la sorprendente danza presentada arriba está interpretado por el actor y bailarín de veinte años Saotome Taichi. Conjuntamente con Tachibana Daigorō, catorce años mayor, Saotome es, además, un muy famoso onnagata (actor que interpreta a una mujer) del estilo de espectáculo moderno taishū engeki. En 2003 apareció en el film Zato Ichi, de Takechi Kitano, encarnando al niño Seitaro, carácter que, de mayor, sería asumido por Tachibana como la geisha Osei. Los videos que siguen, y que espero que disfruten, corresponden, respectivamente, a Saotome (la melodía, por cierto se llama Havana) y a Tachibana, en papeles de onnagata, y a la danza de Osei en el mencionado film, donde es posible ver, alternativamente, a los dos actores ejecutando la misma danza. Agradezco al pintor Armando Tejuca su gentileza en enviarme el video que encabeza el post.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Cuba en el Festival Mundial de la Canción Popular de Tokio


Hace treinta años, el primero de noviembre de 1981, el Festival Mundial de la Canción Popular clausuraba su duodécima edición otorgándole al cantante cubano Osvaldo Rodríguez el Gran Prix Internacional. El certamen, asumido como el “Eurovisión Oriental” y patrocinado por la Fundación Musical Yamaha (su otro nombre oficial era, de hecho, Festival Yamaha de la Música) se convocaba anualmente desde 1970 y finalizaría en 1989. Dentro de sus veinte ediciones se escucharían voces como la de Céline Dion, La Toya Jackson, Bryan Adams, Gianni Morandi, Toto Cutugno, Eros Ramazotti, Daniela Romo o Demis Roussos, además de una bien surtida lista de conocidos dentro del ámbito musical y televisivo latinoamericano. Con su participación, Osvaldo se convirtió en el tercer y último representante de la isla en subir al escenario del Nippon Budokan de Tokio. Siete otoños antes, en la gran final del 17 de noviembre de 1974, Farah María se había alzado con uno de los cinco Premios de Interpretación, y con uno de los nueve Premios (que incluían al compositor y al intérprete); en 1975, Miriam Ramos no calificaría para la final.

Según la que parece ser la única página web que comenta (sucintamente) las actuaciones del Festival, toda la presentación de Osvaldo estuvo “cargada de emoción”: Osvaldo es invidente y su aparición en el escenario acompañado de su esposa es descrita como “impresionante”; luego, una vez delante de los micrófonos, dedicaría la canción “a todos los niños que fueron asesinados en los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki”. El premio, concluye la página fue, de ese modo, “un hecho”. La grabación que aquí reproduzco, no muestra este preámbulo, pero sí a la esposa de Osvaldo acompañándolo en el escenario al concluir la interpretación, las reverencias por parte del cantante y un probable agradecimiento, dicho en japonés, que no se alcanza a discernir. (El video es, en realidad, un fragmento de Listo Estudio, un espacio de información sobre la programación televisiva cubana, que finaliza con dos conocidas locutoras de la época, Nela del Rosario y la también actriz y cantante Marianita Morejón). El video siguiente, muestra, por los minutos 2:47 a 2:58, el diploma otorgado por el Festival, así como algunas fotos de Osvaldo en el evento.



Aunque pueda asumirse una predisposición del público a recompensar emocionalmente semejantes circunstancias y cortesías -tipificada acaso por la famosa reverencia del judoka holandés Anton Geesink al favorito japonés Akio Kaminaga después de derrotarlo en la final de peso libre en los Juegos Olímpicos de Tokio- es muy poco probable que en un concurso de semejante nivel la referencia a un dramático suceso de la historia japonesa o unas frases en el idioma del país hayan incidido, como parece sugerir la página, en la obtención de un premio (la página no hace valoración musical alguna de la competencia o de los intérpretes, pero Osvaldo siempre ha sido reconocido como un excelente músico, con independencia de que sus canciones gusten o no). Eso sí, de dar por sentado la exactitud de la cita, ni el título “Digamos que más da” -la canción interpretada por Osvaldo y tema también de su autoría- ni su letra, tendrían relación inmediata con la dedicatoria, salvo por lo que quisiera colegirse del espíritu de la canción. Para el lector cubano, el inciso de las dedicatorias de trasfondo político (vulgo “toque político”) dentro del mundo artístico y deportivo de la isla es bien conocido; para aquellos lectores no avisados, y que tal dedicatoria les pueda resultar extemporánea o discordante -o incluso, perfectamente plausible dentro de la total libertad de dirigir una dedicatoria- baste decir que dentro de la imagen de “corrección política” (y nunca mejor utilizado aquí este el adjetivo) exportada por el gobierno cubano, dedicatorias semejantes podían ser tanto resultado de la práctica del adoctrinamiento político como subterfugios, conscientes o inconscientes, de protección ante cualquier posible cuestionamiento ideológico y sus consecuencia de censura. 

Con respecto al tema interpretado, otras fueron, en mi opinión, las composiciones de Osvaldo de mayor influencia y popularidad dentro del ámbito del bolero y la canción dentro de la isla  (en el tercer video, Osvaldo, recién llegado de Japón, canta uno de esos boleros con su grupo Los 5 u 4). De ello, por supuesto, nada puede concluirse con respecto al desarrollo de la competencia -en las páginas incluidas en este post puede consultarse el resto de los participantes en ésta u otras ediciones del concurso- o a los requerimientos para la selección de las canciones por parte del Festival y de los países participantes (al parecer los concursantes japoneses se determinaban por un concurso interno). Si bien la representación total de la isla en el Festival estuvo limitada a los tres intérpretes mencionados arriba, la duodécima edición fue testigo de una cubana más: María Conchita Alonso, que representó a Venezuela con la canción “Hello, How Are You?” y que según la clasificación de la página antes referida (en la oficial de la Fundación Musical Yamaha no aparece clasificación alguna) quedó en onceno lugar. A no dudar, ni la presencia de María Conchita (sus padres habían emigrado de Cuba después de 1959) ni el monto de diez mil dólares del premio obtenido por Osvaldo (la posesión de dólares estaba prohibida en la isla, no digamos ya esa cantidad) debieron ser mencionados por los medios cubanos que, probablemente, sí insistirían en que esa era la primera vez que un país socialista, y que una canción cantada en español, ganaban el Gran Prix Internacional del Festival. Aventurar qué se hacía (o qué sucedía) en esos casos con el premio en metálico, antes o después de regresar a la isla, puede tener un sinnúmero de respuestas que serían tema de otro blog. El cuarto video, una rara entrevista del famoso presentador mexicano Raúl Velazco (vulgo “Raúl del Asco”) a Osvaldo en Tokio, una vez concluido el Festival, muestra tanto la medalla obtenida (que, hasta donde alcanzo a apreciar, parece reproducir una antigua campana japonesa) como el momento en que se anuncia el triunfo. Otras varias razones que se explican por sí mismas hacen que la entrevista valga la pena.






En cuanto a las otras dos participaciones de la isla, en 1974 Farah María había interpretado un tema que sería (o ya lo era) bastante popular en Cuba, “El recuerdo de aquel largo viaje”, compuesta, en letra y música, por el conocido Raúl Gómez; el Premio obtenido estuvo dotado de 1000 dólares para el compositor y 500 para el intérprete, mientras que el Premio de Interpretación, consistió en 500 dólares. (En esa edición participó también el venezolano José Luis Rodriguez quien, a pesar de no llegar a la final, obtendría un Premio de Interpretación). En 1975, Miriam Ramos interpretaría un tema titulado “Guayabera” (del cual no he podido hallar grabación en la red), con letra del decimista Adolfo Martí Fuentes y música de Josefa Cabiedes. En los cuatro enlaces entre paréntesis puede verse las notas sobre el Festival aparecidas en la revista Billboard con mención de la participación y premios de Osvaldo Rodríguez y Farah María (I, II, III, IV). 



Fuera de estas curiosidades, no mucho más aparece sobre la participación cubana. Las exiguas referencias a mano tampoco detallan -como no debieron de hacerlo ni en su momento, ni después, los medios de la isla- lo que sería más sustancioso: las circunstancias de la relación de Cuba con este Festival, el modo en que eran seleccionados, y bajo qué condiciones, los intérpretes (de 1976 a 1980 y de 1982 a 1989 no hubo participación cubana a pesar de que ya contaban con dos premios) y, por supuesto, la experiencia japonesa de sus participantes. Queda, claro está, el recurso de entrevistar a compositores e intérpretes, pero ello ya excede, al menos por ahora, mi tiempo y el de este post.

La foto que encabeza el post esta tomada de la página de Snowrecords.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Netsuke




















Me cuenta Néstor Díaz de Villegas que en un museo de Los Ángeles se exhibe un netsuke diseñado a modo de estuche. Cerrado, la talla en su tapa superior muestra la espalda de un probable dios que, desde un mundo de nubes, parecer observar la tierra; abierto, el interior de la tapa contraria descubre las piernas levantadas de una mujer abriendo su sexo hacia el dios. En su último libro, Cuna del pintor desconocido (que habrá de presentarse mañana martes 15 de noviembre en la Feria del Libro de Miami), Néstor incluye un emotivo poema titulado “Netsuke” que reproduzco abajo. Aunque no detalla el netsuke mencionado, bien pudieron ser sus laboriosos detalles o su sorpresiva dualidad los que le hicieran evocar, más allá del espíritu de un arte deseado, el dramatismo entre voz y silencio, fe y certeza, proximidad y lejanía, rememorados desde un exilio para el que aún no existe después. Como ese imprevisto cambio de universos, de abolición de paisajes intermedios que nos revela repentinamente el tan puntual deleite carnal del dios, el netsuke es aquí iluminación, pero también, como ha de serlo por su propio cometido, contrapeso a ese tumultuoso mundo que cuelga inevitable del otro lado de cordoncillo. 


 Netsuke

En un cuarto vacío
donde todo brille
que el asombro se quede mudo.

¿Cuándo nos despedimos?
¿Cuándo decidimos dejar de decir nada
y mirarnos a las caras?
Enfermos por amor al arte.

Los dueños de las galerías.
El tiempo libre.
La libreta.
La cárcel.
El carro del año.

Hablamos
de nimiedades. Perseguimos
algo que se nos escapaba
sin decir nada
y eso era el arte.

Rodeados de cuadros
de acuarelas
de acueductos.

Los lienzos mortuorios
son mortajas estiradas:
papiros que soportan la carroña.

Sonar como una campana
y romperle los tímpanos
a todo un pueblo
es el deseo secreto
de los que no dicen nada.

Nuestro exilio transcurrió
en cocinas extrañas
calentando una sopa de letras.

Comidos de deudas
pagamos seguros, y seguramente
dejamos algo sin pagar.

Casa, hijos, familia
vienen después del arte:
ellos son los culpables
de que el mundo sea como es
y no como lo pintamos.

Efectivamente, no hay tiempo
para desanimarse y
sin trabajo no podremos pagar
las deudas contraídas.

De pie no hay momento
para llorar
no hay arte que valga.

Deambular, andar sin propósito
no hacer nada, conversar,
perder el tiempo:

la absoluta convicción
de repetirnos
nos obliga a jugar.

Lo que ocurre dos veces
cae por su propio peso.

Bienaventurados los que actúan
con absoluta certeza:
fe es duda.

 De que hay otro mundo
¿qué duda cabe?

Fe es la certeza de lo que existe
sólo en la imaginación.

Tumultuosas avenidas
 del punto A al punto B
acortan las distancias
recortan las alas.