miércoles, 25 de noviembre de 2009

Mishima Yukio: a 39 años de su muerte




Supe de Mishima hacia comienzos de los años ochenta por una traducción de El pabellón de oro, editada por Seix Barral y probablemente conseguida en alguna librería de viejo. Y por Muerto por las rosas, el famoso ensayo fotográfico del gran Hosoe Eikō, que aun podía consultarse en la Biblioteca Nacional. A una Cuba que había renunciado a publicar a los autores de moda en el resto del mundo, llegaban los ecos de un Mishima que “trasgredía”, por lo erótico, lo homosexual, acaso, pero no por su acento nacionalista para un Japón que trataba de olvidar su belicismo imperial. “¿Por qué no publican, a ver, a Mishima? Esto seguro es un invento del Instituto Cubano del Libro”, me decía un amigo en la Moderna Poesía agitando Un asunto personal, de Ōe Kenzaburō. No era un invento -incluso en Ōe puede encontrarse cuanto sexo, morbo y escatología se prefiera-, pero la nota de contraportada, escrita a la usanza de la propaganda oficial, no dejaba más a la imaginación que un escritor “comprometido” que criticaba la sociedad capitalista. También, pienso ahora, porque Ōe –a quien para nada le interesaba la literatura de un Kawabata Yasunari- hablaba de un Japón contemporáneo sin aquella aura de estoicismo y galantería, convencional para imaginar a Japón, y que parecía acompañar los relatos de Mishima. El álbum de Hosoe sirvió para apuntalar-especialmente por el acento homoerótico y narcisista en sus retratos del escritor- la fama de Mishima en occidente. En 2007 pude ver en el Museo de Arte de Yokohama, Clase de arte, hagan silencio, una excepcional exhibición de Morimura Yasumasa. La última pieza, una instalación titulada “La habitación de Mishima”, contenía una impactante recreación fílmica –una de las imágenes que ilustra este post- de la arenga de Mishima a las tropas de autodefensa, el 25 de noviembre de 1970, minutos antes de su suicidio.


martes, 24 de noviembre de 2009

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Vistas tridimensionales en el Japón moderno: una nota al margen


En “Industrial Exposition in Modern Japan: A Gauge of the Changing City” (1), y dentro del análisis de las políticas de la visión en la modernidad japonesa, Yoshimi Shunya 吉見俊哉 enfatizaba la opinión del oficial Sano Tsunetami 佐野常民 a su regreso de la exposición de Paris de 1867:

Sano dice que el objetivo más importante de las exposiciones era entrenar a la gente en el poder de la visión, el cual era el modo más rápido y cercano para el desarrollo de las habilidades industriales del pueblo. También dijo que Japón debía construir un gran museo nacional en Tokio y museos anexos en todas las regiones locales de tal modo que la gente de todo el país pudiera trabajar en esta práctica de la visión

Si bien en términos exhibición la modernidad japonesa (2) no puede ser limitada al despliegue de las importaciones occidentales o de la producción nacional de objetos de origen occidental (ya que es absolutamente imprescindible considerarla también desde el propio reacomodo social de sus manifestaciones visuales, sobre todo por la desaparición de los samurai como estrato social dominante), en la vida cotidiana, esa “práctica de la visión” se manifestó no sólo a través de las exhibiciones oficiales para fomentar la industrialización o aparentar la imagen de un Japón “civilizado”, émulo de las potencias occidentales, sino también desde el acercamiento personal y lúdicro a otros modos y medios de percepción, así como desde el propio ejercicio de conceptualización de lo observado.

Va en ello la perspectiva occidental en la pintura y en el diseño urbano, la clasificación del patrimonio cultural y de las obras de arte foráneas y autóctonas (incluidas las propias nociones de “patrimonio cultural” y de “obra de arte”), el poder discernir la ciudad desde edificios altos o el ir a ver los flamantes escaparates de las tiendas, así como todo el instrumental óptico, desde las cámaras fotográficas y los catalejos, hasta los famosos “panoramas” donde se exhibían imágenes notorias de paisajes y sucesos de todo el mundo.

Aunque para finales del siglo XIX, época en que Enami Nobukuni 江南信国 comienza su trabajo con las vistas tridimensionales, los lemas de aleccionamiento oficial “Espíritu japonés y conocimiento occidental” y “Enriquecer al país y fortalecer al ejército” ya habían sustituido al modernizante “Civilización e iluminismo”, no hay que colegir de ello un Japón homogénea y finalmente “civilizado” en tanto conocimiento o aprendizaje de todo lo que de occidente lucían las ciudades de Yokohama y Tokio y, eventualmente, Osaka. En cualquier caso, el asombro inicial ante la perspectiva y la ilusión de la tridimensionalidad occidental fue -salvando las particularidades de contexto e intereses- equivalente al deleite con que los impresionistas asumieron la planimetría en el uso de color de las xilografías japonesas y su ausencia de perspectiva a la usanza occidental, considerándolas, además, como lo que nunca habían sido ni para Japón en su conjunto ni para la cultura de comerciantes y artesanos que las producía: “arte”.

El complejo tema de la génesis y el desarrollo de la práctica de la perspectiva y de la visualidad occidental en Japón ha sido analizado con esmero por Timón Screech, y por Suwa Haruo 諏訪春雄(3) y, notoriamente, para el caso de China, por Elisabetta Corsi.

Aunque no estoy al tanto de la mayor parte de las posibilidades de la tecnología digital, creo que la animación de las vistas tridimensionales de Enami en Pink Tentacle / ピンクテンタクル es un muy elogiable trabajo. Agradezco a Ernesto Hernández Busto su gentileza en enviármelas.

(1) Yoshimi Shunya. “Industrial Exposition in Modern Japan: A Gauge of the Changing City” (Conferencia) El Colegio de México, México, 1993.
(2) Si bien, tanto en términos industriales como de paulatina asimilación y reelaboración de conocimientos e influencias occidentales el inicio de la modernización del Japón puede asumirse desde décadas previas, el comienzo del periodo moderno japonés es convencionalmente datado a partir de 1868 cuando, una vez derrocado el shogunato y restituido el emperador como figura cimera del país, se procura -obviamente, entre otros muchos particulares- emular, en instituciones e imagen, a las potencias occidentales.
(3) Suwa Haruo. El japonés y la perspectiva. Tokio, Chikuma Shinsho, 1998.

lunes, 2 de noviembre de 2009