miércoles, 24 de febrero de 2010

Pena de muerte en Japón

Se ha inaugurado hoy en Ginebra la IV Conferencia Internacional Contra la Pena de Muerte, que sesionará hasta el día 26. Japón es uno de los países que mantiene la pena capital. Las duras condiciones del corredor de la muerte japonés (sin contar lo que de violatorio a los derechos humanos puede estar implicado en los interrogatorios y el juicio) llegan al extremo de no comunicarle a los condenados la fecha de su ejecución sino hasta el día anterior o de no avisarle a su familia. Este testimonio del juez Kumamoto Norimichi es más que elocuente en cuanto al tema de la corte. Kumamoto narra su experiencia en la condena a Hakamada Iwao. Hakamada, de 73 años, lleva cuarenta y dos en el corredor de la muerte (el tiempo más largo para un condenado a muerte en Japón) y que lo han llevado a la enfermedad mental. El crimen del que se le acusa aún no le ha sido probado.


(Abrir en You Tube para leer la información que acompaña a este video).

H/T: Cosas del día de la bara.

sábado, 20 de febrero de 2010

Memoria pública y usos del pasado


Si en Reinscripciones del pasado. Nación destino y poscolonialismo en la historiografía de África Occidental Mario Rufer ya había diseccionado ejemplarmente la reescritura de la historia en la narrativas dahomeyanas, ahora, con La nación en escenas. Memoria pública y usos del pasado en contextos poscoloniales (El Colegio de México, 2010), nos ofrece un vigoroso análisis sobre las “producciones públicas de discurso sobre el pasado en la Sudafrica post-apartheid y en la Argentina post-dictatorial”, asumidas éstas no únicamente desde la perspectiva más estrictamente textual, sino desde un más amplio rango de sus producciones de pasado que incluye imágenes, monumentos, museos o conmemoraciones. Insistiendo en la consideración cardinal de que “toda referencia al pasado coloca al presente como punto de partida” (entendida, obviamente, desde la complejidad y particularidad con que es desglosada durante todo el texto) el ensayo aparece vertebrado sobre dos miras fundamentales: la posibilidad de leer las “gestiones del pasado” como formas de “producción de historia”, y de analizar de esas propias producciones de historia en tanto campo etnográfico como medio para “revelar tensiones sociopolíticas del presente”.

Poniendo aparte la introducción -de hecho, un capítulo más por su importantísima valoración de los avatares teóricos del tema y el devenir de sus implicaciones metodológicas(la diversidad y amplitud de las fuentes es, sencillamente, notoria)- se analizan aquí los procesos de conformación y desarrollo del Museo de Robben Island, en Ciudad del Cabo; del Museo del Apartheid, en Johannesburgo; del Monumento al Voortrekker sudafricano; y de los “espacios en la memoria” en Argentina; además de dos obras literarias: Propaganda by monuments an other stories, del sudafricano Ivan Vladislavic, y la novela El secreto y las voces, del argentino Carlos Gamerro. Más allá del hecho de que Mario Rufer es uno de los más importantes (y más jóvenes, por cierto) investigadores latinoamericanos en estudios de África, quiero apuntar dos detalles que pueden dar una pauta de la amplitud de la lectura: por un lado, que los alcances culturales que se establecen en La nación en escenas exceden sus contornos regionales, remitiéndonos, como mínimo -y con independencia de lo que nos concierne a todos los involucrados en los estudios sobre culturas no occidentales- a perspectivas interdisciplinarias de los estudios de cultura visual y de cultura material, estudios urbanos y del espacio o, incluso, estudios del turismo; por otro, que su problematización de los usos del pasado se enmarca también en uno de los más álgidos debates contemporáneos (en el que, creo, hemos participado todos): el controvertido tema de la recuperación de la memoria y su inserción en los espacios públicos; no habría más que pensar en lo que, al respecto, ha venido sucediendo recientemente con el caso español.

En el prólogo al libro, el reconocido especialista en estudios poscoloniales y subalternos Saurabh Dube, destaca la obra por su ambición teórica, su rigor metodológico y su abordaje de “cuestiones fundamentales para el mundo contemporáneo”, pero también por sus “fabricaciones espectaculares de nacionalidad” y sus “preguntas cruciales sobre las fuentes alternativas e historias heterodoxas”. La nación en escenas constituye, sin duda, y especialmente para la perspectiva latinoamericana, una nueva brecha no sólo en los estudios culturales de África, sino también en el de las sociedades no occidentales contemporáneas.

martes, 16 de febrero de 2010

Kurosawa y los metabolistas


En una escena de Dodesukaden どですかでん(Kurosawa Akira, 1970), el pordiosero le cuenta a su hijo cómo será (o deberá ser) la casa de sus sueños. Curiosamente, después de un discurso de corte nacionalista sobre la arquitectura tradicional japonesa, la residencia que el delirante personaje construye en su mente va resolviéndose según los cánones de la arquitectura occidental, para terminar en una evocación del movimiento metabolista. No he logrado advertir si hay ironía o elogio en tal referencia (habría que ver qué opinión le merecía a Kurosawa la nueva arquitectura), aunque, superficialmente, me inclinaría más por lo primero, de tomar en cuenta las difíciles condiciones de habitabilidad en que se desenvuelven los personajes, las cuales, evidentemente, no habrían de ser resueltas únicamente en función de un diseño arquitectónico. En este sentido, Kurosawa se aproxima a un Japón contemporáneo otro, que en poco tenía que ver con la imagen de país tecnológicamente pródigo y de futuro que se ofrecía a través de sus mayores centros urbanos, un paralelo que, quizás -y aparte del rechazo a lo atípico de Dosesukaden dentro de la filmografía de Kurosawa- también repercutiría en el fracaso de la cinta en un Japón poco proclive a admitir sus propias miserias o carencias.

No obstante, como contexto amplio de la duda, resulta interesante, por una parte, que Muraki Yoshirō, el director de arte por excelencia de Kurosawa, hubiera estudiado arquitectura; por otra, que fuera el propio año de 1970 cuando comenzaran a concretarse los proyectos metabolistas, especialmente en la conformación de los pabellones de la Expo Osaka 70 (conjuntamente con los Juegos Olímpicos de Tokio, en 1964, el otro parteaguas para la imagen internacional del Japón contemporáneo). Ello con independencia del admirado Habitat 67 que Moshe Safdie diseñara para la Expo 67 en Montreal (acaso un estímulo para la fuerte presencia metabolista en Osaka 70) y de que para 1968 Tange Kenzō ya hubiera concluido el edificio del diario Shizuoka Shinbun. De la arquitectura metabolista, el edificio más conocido es el Nakagin (1972), diseñado por el recientemente fallecido Kurokawa Kishō , y que probablemente sea desmantelado muy pronto. Un acento más en el controvertido tema de la desaparición de la arquitectura moderna japonesa dentro de las aceleradas transformaciones de Tokio desde comienzos del presente siglo.

La imagen que ilustra este post la he tomado de Dodesukaden y es la mansión que imagina el personaje de Kurosawa.

domingo, 14 de febrero de 2010

Chocolates


En Japón, el día de los enamorados (o del amor y la amistad) en realidad son dos: el 14 de febrero, o Día de San Valentín, cuando las mujeres regalan chocolates a los hombres, y el 14 de marzo, o Día Blanco, cuando los hombres regalan chocolate blanco a las mujeres. En verdad, el alcance de los regalos va más allá del nombre del día, ya que no sólo se regala a enamorados, sino también a amigos cercanos (lo que se conocería en el primer caso como hommei choko 本命チョコ, o, metafóricamente traducido, chocolate de corazón, y en el segundo como tomochoko 友チョコ, o chocolate de amigo), así como a los superiores o colegas del trabajo (el llamado giri choko 義理チョコ, o chocolate de obligación).

El asentamiento de la costumbre es relativamente reciente (desde inicios de la década de los ochenta aproximadamente), pero no así el intento de los fabricantes de chocolates por aprovechar un nuevo mercado. Ya desde los años treinta, la compañía Kobe Morozoff con el lema “Envíale un chocolate a tu Valentín”, y luego, en los sesenta, los Chocolates Mary, la famosísima Confitería Morinaga o las ventas especiales de tiendas por departamentos como Isetan, promocionarían el chocolate como regalo por excelencia. Poco después, la inventiva comercial instauraría la respuesta de los valentines, primero con malvaviscos y luego con chocolate blanco. Sin embargo, la costumbre ha sufrido variaciones y desde hace ya tiempo el chocolate ha podido ser sustituido por otros obsequios, comestibles o no, y, por supuesto, en el caso de que se regale, no tiene que ser necesariamente blanco el Día Blanco. Al parecer va también por modas: cuando mis colegas japoneses me lo explicaron hace ya más de diez años, todos coincidieron en que el 14 de marzo lo que más iba era regalar galletas. Del mismo modo, en estos últimos años, las tiendas por departamentos han venido ofreciendo un sinnúmero de utensilios para fabricar chocolates en casa, pues, aunque regalar un chocolate de marca prestigiosa (o en cualquiera de las inimaginables formas y variaciones que se ofrecen) sigue constituyendo una delicadeza, fabricarlos uno mismo es, por supuesto, más barato y, de algún modo, más “sentimental”, todo lo que también se ha convertido en una nueva (otra) variante de consumo asociado con la fecha.

Por lo que concierne a la fabricación casera, el tema de los regalos se inscribe en la noción de artesanía con la que se tratan de individualizar los obsequios (o los artículos de uso propio, como muchas de las confecciones que pueden verse en el barrio de moda de Harajuku); por lo demás, en el tradicional sistema de regalos japonés, que contempla dádivas de medio año (ochuugen お中元)y de fin de año (oseibo お歳暮)a familiares, amigos, colegas y superiores, y para los que las tiendas por departamentos y fabricantes promocionan sets de jabones, cervezas, , dulces, vinos, sake, carnes, o aderezos y aceites comestibles. En la mayoría de los casos no son productos especiales, sino los mismos productos habituales presentados como regalos para la ocasión; de ahí que quizás nos resulte extraño ver, por ejemplo, el café instantáneo como objeto de obsequio. En funerales o bodas, por el contrario, se entrega dinero, cortesía que debe ser devuelta por la familia con un regalo, generalmente equivalente en precio al monto recibido. El gasto en semejantes compromisos es realmente inimaginable. Todo ello, eso sí, deliciosamente empacado -para el dinero hay sobres especiales, shuugi bukuro 祝儀袋para bodas y bu shuugi bukuro 不祝儀袋 para funerales-, lo que nos remite también al tema del diseño de envoltorios, uno de los particulares más apreciados dentro de la investigación de la cultura material y visual en Japón.

Ilustra este post una imagen de chocolates de la compañía Kobe Frantz

jueves, 11 de febrero de 2010

El japonés que conquistó Guadalajara


La Universidad de Guadalajara y la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco Juan José Arreola acaban de publicar una verdadera exquisitez en el terreno de la investigación histórica: El japonés que conquistó Guadalajara. La historia de Juan de Páez en la Guadalajara del siglo XVII, un inusual volumen que explora la vida del japonés Juan de Páez (y también de su suegro Luis de Encío) y su inserción dentro de los contextos comerciales y culturales de la ciudad. En el estudio -que hilvana los hallazgos previos de los investigadores Jorge Palomino y Cañedo y Thomas Calvo, así como el notable empeño del prestigioso Eikichi Hayashiya (quien con Octavio Paz hiciera la versión al español de las Sendas de Oku, de Matsuo Bashō) por poner en claro los orígenes de ambos personajes en Japón- los investigadores Melba Falck Reyes y Héctor Palacios develan no sólo la importancia de Páez como hombre de negocios en la época, sino también todo lo que dentro de su vida familiar y económica concierne a las costumbres y al cosmopolitismo de la capital novohispana, lo que lleva, como señala Calvo, al cuestionamiento fundamental sobre cómo llegaron Páez y Encío a encontrar esos destinos en un siglo tradicionalmente visto como “sombrío, cerrado y hasta racista”.

La claridad con que los autores engarzan los contextos de las relaciones entre Japón y México a finales del siglo XVI y principios del siglo XVII (las misiones católicas en Japón, las embajadas de Rodrigo de Vivero y de Sebastián Vizcaino o la famosa misión de Hasekura Tsunenaga) con los tres capítulos restantes dedicados a Encío y Juan de Páez dentro de la vida en Guadalajara, corona elegantemente lo que ha sido un enorme trabajo de búsqueda e interpretación bibliográfica y dotan al texto de un delicioso carácter de relato. Con independencia de todo lo que aún quede por investigar en este campo, y específicamente, tal como lo reconocen los autores, con respecto a verificaciones pendientes para el caso de Páez y Encío, nos hallamos, sin duda, ante un texto medular para reconsiderar las perspectivas de evaluación de las primeras inmigraciones japonesas y su relación con la sociedad de la América colonial.

El libro cuenta con importantes palabras introductorias de los propios Thomas Calvo y Eikichi Hayashiya y como edición es un verdadero regalo. Melba Falck Reyes es una muy reconocida especialista en economía y relaciones internacionales, y Héctor Palacios, en estudios históricos. Ambos son investigadores de la Universidad de Guadalajara. La imagen en la portada del libro -con la que se ilustra este post- es un diseño que repite la firma de Luis de Encío (en japonés) y la de Juan de Paéz (en español). Por el momento la adquisición del libro es únicamente por solicitud al Departamento de Estudios del Pacífico (DEP), Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH), Universidad de Guadalajara. Contacto: Nora Preciado, preciadon@csh.udg.mx

lunes, 8 de febrero de 2010

Chachachá en chino



A propósito del post Tabú, Adriana, una lectora del blog, me envía este video de la cantante china Grace Chang interpretando ritmos cubanos en la cinta Mambo Girl (versión del título al inglés) de 1957.

Más allá de la calidad de la cantante o de la curiosidad que nos puede resultar oír un chachachá o un mambo en chino (o, incluso, de la conocida relación de Hong Kong y Shanghái con la cultura inglesa y norteamericana), me interesa puntualizar los contactos que, sobre todo en el campo del espectáculo, siempre han existido entre los propios países del este de Asia y, de acuerdo con ello, la posibilidad de que no todas las modas occidentales (o al menos determinados temas dentro de ellas) hayan sido importados directamente de Occidente, sino retomados de la circulación de una moda en la región, tal como sucede actualmente con los ídolos del cine o de la música coreanos, chinos o japoneses.

A través de la información que aparece en You Tube al lado del video, me entero del interesante blog Soft Film: Vintage Chinese Cinema, dedicado, básicamente, al mundo del espectáculo en el Hong Kong de primera mitad del siglo XX. La página del blog a la que lleva la información es también curiosa por la supuesta aparición de Bruce Lee bailando chachachá en un film de 1957.

Oyendo al Sexteto Boloña


“Oyendo al Sexteto Boloña”, una colaboración para Penúltimos Días. (Sin relación con el tema de este blog).

sábado, 6 de febrero de 2010

Ricardito Rivera en Barcelona este 14 de febrero


Para quienes estuvieron al tanto de mi post sobre Ricardito Rivera en Penúltimos Días (y sobre todo para quienes se encuentren en Barcelona) será de interés saber que Ricardito estará el próximo domingo 14 de febrero en la Sala Eldorado a las siete de la noche. Los detalles en: http://www.comunacuba.es/boleros14022010.html

Agradezco al lector del blog que me hace llegar la noticia, así como a la página por enlazar al post en Penúltimos Días.

viernes, 5 de febrero de 2010

Vidrio holandés


Sobre el tema de la perspectiva que había apuntado en “Vistas tridimensionales en el Japón moderno: una nota al margen”, Amaury García Rodríguez nos ofrece en “La perspectiva en Japón y Asia” una muy provechosa contextualización del fenómeno dentro del período Edo 江戸. Leyendo un artículo de Laura Nenzi (pdf) sobre los viajes del samurái Kawai Tsugunosuke 河井継之助 a Yokohama 横浜 y Nagasaki 長崎, en 1859, me ha parecido interesante traducir para el blog el fragmento del encuentro de Tsugunosuke con el vidrio y los espejos holandeses en Nagasaki. Alude Tsugunosuke en sus notas a la tridimensionalidad y la perspectiva, pero sobre todo, a un ámbito visual y espacial común a muchos otros japoneses que, acaso sin la preparación del educado samurái, se enfrentaban por primera vez a la “exótica” occidental. (Y creo que, al menos desde este sentido, sería prudente matizar el juicio de la autora acerca de que “la fascinación de Tsugunosuke por los objetos de vidrio holandeses da una idea de su naturaleza curiosa y de su pragmatismo").

Igualmente, considero importante enfatizar lo que de algún modo sostiene Amaury: que no todos los japoneses estaban asombrándose todo el tiempo con los objetos o las técnicas de visualización occidentales -un cómodo lugar común para ilustrar las diferencias, pero inexacto en la generalización y, también, diacrónicamente- por la sencilla razón de que, especialmente quienes vivían en Yokohama, y sobre todo en Nagasaki, en mayor o menor grado convivían -o ya para la modernización habían convivido- con semejante "exótica". Tsugunosuke, por su parte, viajaba desde la muy distante Nagaoka 長岡, al noroeste de la ciudad de Edo 江戸. (Ello, por supuesto, con independencia de lo que para el caso de la perspectiva ilustra, y se cuestiona, Amaury con referencia a períodos anteriores a Edo). Queda implícito aquí no sólo el dispar acercamiento de Japón a la cultura material occidental, sino también la dispar valoración y apropiación que los japoneses de diferentes regiones podrían tener de ella. Colateralmente al tema –y sin haber detallado aun la clasificación de los diferentes tipos de viajes dentro de la cultura japonesa- me llama la atención si la habitual noción de peregrinaje -la visita a templos y santuarios, a lugares famosos del país (meisho, 名所) pudo ser, en la época, extendida (o, al menos, contemplada por sus protagonistas, más allá de ejecutar el cumplimiento de una orden, como en el caso de los samuráis) a estos viajes de encuentro con los espacios occidentales.

(El artículo de Laura Nenzi apareció en Early Modern Japan: an interdisciplinary journal, vol. 16, 2008 (pp. 68-83), y puede ser descargado gratuitamente desde: https://kb.osu.edu/dspace/handle/1811/36273 Recomiendo, igualmente, el artículo de Constantin Vaporis. La foto de Kawai Tsugunosuke esta tomada de: http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Kawai_Tugunosuke.jpg)

En el reporte de Tsugunosuke de la visita a la estancia holandesa, el vidrio (biidoro, del portugués, vidro) juega el mismo papel que el cerdo había jugado en el caso del asentamiento chino: marca la transición a un espacio extranjero. La mirada de Tsugunosuke se acerca a botellas y petacas, imágenes en vidrio, ventanas que lucen como “puertas deslizantes de cristales” (biidoro shōji), y espejos. Advirtió cómo los espejos dispuestos en una cierta habitación creaban una ilusión óptica debido a la cual “una habitación lucía como muchas”. Aun, estaba más intrigado que confuso: “Uno no ve un lugar así ni siquiera en las pinturas”, enfatizó. Una nueva inspección de tres o cuatro habitaciones avivó su admiración: “Todas eran bellas” (mina kirei nari) (77).

La fascinación de Tsugunosuke con los objetos holandeses de vidrio da una idea de su naturaleza curiosa y de su pragmatismo. Como caso de estudio, el vidrio es presentado prominentemente en las investigaciones que atienden al lugar de la cultura material en el encuentro entre Japón y Occidente. Martha Chaiklin, por ejemplo, ha mostrado cómo botellas holandesas, termómetros y espejos eran “exótica” popular para buena parte del japonés período Tokugawa; ella también usa el vidrio como ejemplo de una exitosa fertilización-cruzada tecnológica, argumentando que el conocimiento de las técnicas holandesas inspiró a los japoneses a mejorar sus propios métodos de fabricación de vidrio(78). Timon Screech añade que el vidrio (en la forma de espejos, lentes, espejuelos, microscopios, botellas y ventanas) “fue integral a la noción de ver a la manera Ran” y jugó un papel relevante en la sustentación de los enfoques “científicos” al estudio de Occidente, tanto como una general curiosidad por las cosas holandesas (“Holandomanía” o Ranpeki)(79). No es sorprendente, entonces, que Tsugunosuke se enfocara en este prominente símbolo de la tecnología occidental. No obstante, sin exotizarlo, él simplemente lo investigó en un esfuerzo para saciar su sed de conocimiento. En una manera como de comerciante observó que, en Dejima “objetos como botellas son más refinados (jōhin) que aquellos que llegan a Japón […] En cada país los objetos [que la gente] usa para sí misma son más agradables que los que ellos envían a otros países” (80).

(77) Kawai Tsugunosuke, “Chiritsubo,” p. 418.
(78) Martha Chaiklin, Cultural Commerce and Dutch Commercial Culture: The Influence of European Material Culture on Japan, 1700–1850 (Leiden: CNWS, 2003), Ch. 7.
(79 )Screech, The Lens Within the Heart, pp. 133 and 10.
(80 )Kawai Tsugunosuke, “Chiritsubo,” p. 418 (10/15).

miércoles, 3 de febrero de 2010

Gorath / Latitud cero



De momento, las dos únicas cintas japonesas de ciencia ficción que recuerdo haber visto en Cuba las vi de niño: Gorath (妖星ゴラス, 1962) y Latitud cero (緯度0大作戦, 1969). Latitud cero me fascinó por sus fantásticas escenas en el fondo del mar y Gorath me dejaría intrigado sobre cómo unos propulsores gigantes, incrustados en la Tierra, podían sacarla fuera de su órbita. Hoy veo que ambas cintas fueron dirigidas por el famoso Honda Ishirō (uno de los creadores con Tsuburaya Eiji (円谷英二) del conocido Godzilla, y de Mothra (モスラ), la mariposa gigante, monstruos de los cuales no tengo memoria de que se pasaran, al menos, en la pantalla grande), y que éste fue también asistente de dirección, y eventualmente actor de reparto, en cintas de Kurosawa Akira. Igualmente, que en Latitud cero actuaban Joseph Cotten y César Romero (de quien se dice, o se decía en Cuba, que era nieto de José Martí).

Tanto con actores o con animación (sobre todo desde Tezuka Osamu) la ciencia ficción ha sido uno de los temas recurrentes del cine japonés y, dentro de ella, tal como sucede en Godzilla, subyace frecuentemente la evocación de las bombas atómicas, en el entendido de los experimentos radioactivos o nucleares -eventualmente norteamericanos- que hacen crecer kaijū (monstruos) o devastan la tierra. Alusiones que poseen también otras aristas -que probablemente comente más adelante- en la persistencia de la noción de posguerra en la cultura japonesa. Por ahora, viendo los trailers de Gorath y Latitud cero, me pregunto cuánto de aquellos tokusatsu (efectos especiales) que de niños tanto nos fascinaron y que hoy podrían resultarnos risibles llegaron a incluirse (o no) como parte de las novedades tecnológicas con las que ya comenzaba a conformarse el imaginario visual del Japón contemporáneo.