sábado, 31 de diciembre de 2011

¡Feliz 2012! Ska Cubano y Megumi Mesaku

Megumi Mesaku (Miss Megoo) es la carismática saxofonista del imaginativo, inusual, y multicultural grupo londinense Ska Cubano, joya reciente de la fusión rítmica contemporánea. Sirva la divertida música del grupo -y de la simpática Megumi- como felicitación a todos mis lectores por nuevo año. ¡Feliz y próspero 2012!

domingo, 4 de diciembre de 2011

Japón en la Lista UNESCO de Patrimonio Cultural Intangible

Dos danzas japonesas acaba de añadir  la  UNESCO  a su Lista del Patrimonio Cultural Intangible de la Humanidad: el ritual de plantación de arroz Mibu no hana taue y la danza de cambio de esteras del santuario de Sada, Sada shin nō.  Basta dar un vistazo al resto de las tradiciones de Japón incluidas en la Lista para advertir una variedad cultural que, especialmente en el rubro escénico, no sólo va más allá del teatro kabuki, el teatro nō , la música gagaku o el teatro de marionetas ningyō jōruri, sino que podría ejemplificar la diversidad cultural japonesa tanto en lo  material como en lo inmaterial

Recomiendo muy especialmente el sitio web del Patrimonio Cultural Intangible, que incluye instructivos videos de cada una de las tradiciones que han obtenido esa categoría desde 2008 en todo el mundo. Para el caso de Japón,  Fuera de los clásicos kabuki,  , y ningyō jōruri -los que, obviamente, recomiendo si es que los desconocen- cualquiera  de las tradiciones ahí enlistadas resulta de sumo interés, desde la técnica sekisu banchi de fabricación de papel, hasta las carrozas del Festival de Gion, en Kioto. Ilustro el post con el ritual Mibu no hana taue mencionado arriba y la técnica yuki tsumugi de producción de seda. 


lunes, 28 de noviembre de 2011

Saotome Taichi y Tachibana Daigorō


El samurai que lucha contra la sombras en la sorprendente danza presentada arriba está interpretado por el actor y bailarín de veinte años Saotome Taichi. Conjuntamente con Tachibana Daigorō, catorce años mayor, Saotome es, además, un muy famoso onnagata (actor que interpreta a una mujer) del estilo de espectáculo moderno taishū engeki. En 2003 apareció en el film Zato Ichi, de Takechi Kitano, encarnando al niño Seitaro, carácter que, de mayor, sería asumido por Tachibana como la geisha Osei. Los videos que siguen, y que espero que disfruten, corresponden, respectivamente, a Saotome (la melodía, por cierto se llama Havana) y a Tachibana, en papeles de onnagata, y a la danza de Osei en el mencionado film, donde es posible ver, alternativamente, a los dos actores ejecutando la misma danza. Agradezco al pintor Armando Tejuca su gentileza en enviarme el video que encabeza el post.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Cuba en el Festival Mundial de la Canción Popular de Tokio


Hace treinta años, el primero de noviembre de 1981, el Festival Mundial de la Canción Popular clausuraba su duodécima edición otorgándole al cantante cubano Osvaldo Rodríguez el Gran Prix Internacional. El certamen, asumido como el “Eurovisión Oriental” y patrocinado por la Fundación Musical Yamaha (su otro nombre oficial era, de hecho, Festival Yamaha de la Música) se convocaba anualmente desde 1970 y finalizaría en 1989. Dentro de sus veinte ediciones se escucharían voces como la de Céline Dion, La Toya Jackson, Bryan Adams, Gianni Morandi, Toto Cutugno, Eros Ramazotti, Daniela Romo o Demis Roussos, además de una bien surtida lista de conocidos dentro del ámbito musical y televisivo latinoamericano. Con su participación, Osvaldo se convirtió en el tercer y último representante de la isla en subir al escenario del Nippon Budokan de Tokio. Siete otoños antes, en la gran final del 17 de noviembre de 1974, Farah María se había alzado con uno de los cinco Premios de Interpretación, y con uno de los nueve Premios (que incluían al compositor y al intérprete); en 1975, Miriam Ramos no calificaría para la final.

Según la que parece ser la única página web que comenta (sucintamente) las actuaciones del Festival, toda la presentación de Osvaldo estuvo “cargada de emoción”: Osvaldo es invidente y su aparición en el escenario acompañado de su esposa es descrita como “impresionante”; luego, una vez delante de los micrófonos, dedicaría la canción “a todos los niños que fueron asesinados en los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki”. El premio, concluye la página fue, de ese modo, “un hecho”. La grabación que aquí reproduzco, no muestra este preámbulo, pero sí a la esposa de Osvaldo acompañándolo en el escenario al concluir la interpretación, las reverencias por parte del cantante y un probable agradecimiento, dicho en japonés, que no se alcanza a discernir. (El video es, en realidad, un fragmento de Listo Estudio, un espacio de información sobre la programación televisiva cubana, que finaliza con dos conocidas locutoras de la época, Nela del Rosario y la también actriz y cantante Marianita Morejón). El video siguiente, muestra, por los minutos 2:47 a 2:58, el diploma otorgado por el Festival, así como algunas fotos de Osvaldo en el evento.



Aunque pueda asumirse una predisposición del público a recompensar emocionalmente semejantes circunstancias y cortesías -tipificada acaso por la famosa reverencia del judoka holandés Anton Geesink al favorito japonés Akio Kaminaga después de derrotarlo en la final de peso libre en los Juegos Olímpicos de Tokio- es muy poco probable que en un concurso de semejante nivel la referencia a un dramático suceso de la historia japonesa o unas frases en el idioma del país hayan incidido, como parece sugerir la página, en la obtención de un premio (la página no hace valoración musical alguna de la competencia o de los intérpretes, pero Osvaldo siempre ha sido reconocido como un excelente músico, con independencia de que sus canciones gusten o no). Eso sí, de dar por sentado la exactitud de la cita, ni el título “Digamos que más da” -la canción interpretada por Osvaldo y tema también de su autoría- ni su letra, tendrían relación inmediata con la dedicatoria, salvo por lo que quisiera colegirse del espíritu de la canción. Para el lector cubano, el inciso de las dedicatorias de trasfondo político (vulgo “toque político”) dentro del mundo artístico y deportivo de la isla es bien conocido; para aquellos lectores no avisados, y que tal dedicatoria les pueda resultar extemporánea o discordante -o incluso, perfectamente plausible dentro de la total libertad de dirigir una dedicatoria- baste decir que dentro de la imagen de “corrección política” (y nunca mejor utilizado aquí este el adjetivo) exportada por el gobierno cubano, dedicatorias semejantes podían ser tanto resultado de la práctica del adoctrinamiento político como subterfugios, conscientes o inconscientes, de protección ante cualquier posible cuestionamiento ideológico y sus consecuencia de censura. 

Con respecto al tema interpretado, otras fueron, en mi opinión, las composiciones de Osvaldo de mayor influencia y popularidad dentro del ámbito del bolero y la canción dentro de la isla  (en el tercer video, Osvaldo, recién llegado de Japón, canta uno de esos boleros con su grupo Los 5 u 4). De ello, por supuesto, nada puede concluirse con respecto al desarrollo de la competencia -en las páginas incluidas en este post puede consultarse el resto de los participantes en ésta u otras ediciones del concurso- o a los requerimientos para la selección de las canciones por parte del Festival y de los países participantes (al parecer los concursantes japoneses se determinaban por un concurso interno). Si bien la representación total de la isla en el Festival estuvo limitada a los tres intérpretes mencionados arriba, la duodécima edición fue testigo de una cubana más: María Conchita Alonso, que representó a Venezuela con la canción “Hello, How Are You?” y que según la clasificación de la página antes referida (en la oficial de la Fundación Musical Yamaha no aparece clasificación alguna) quedó en onceno lugar. A no dudar, ni la presencia de María Conchita (sus padres habían emigrado de Cuba después de 1959) ni el monto de diez mil dólares del premio obtenido por Osvaldo (la posesión de dólares estaba prohibida en la isla, no digamos ya esa cantidad) debieron ser mencionados por los medios cubanos que, probablemente, sí insistirían en que esa era la primera vez que un país socialista, y que una canción cantada en español, ganaban el Gran Prix Internacional del Festival. Aventurar qué se hacía (o qué sucedía) en esos casos con el premio en metálico, antes o después de regresar a la isla, puede tener un sinnúmero de respuestas que serían tema de otro blog. El cuarto video, una rara entrevista del famoso presentador mexicano Raúl Velazco (vulgo “Raúl del Asco”) a Osvaldo en Tokio, una vez concluido el Festival, muestra tanto la medalla obtenida (que, hasta donde alcanzo a apreciar, parece reproducir una antigua campana japonesa) como el momento en que se anuncia el triunfo. Otras varias razones que se explican por sí mismas hacen que la entrevista valga la pena.






En cuanto a las otras dos participaciones de la isla, en 1974 Farah María había interpretado un tema que sería (o ya lo era) bastante popular en Cuba, “El recuerdo de aquel largo viaje”, compuesta, en letra y música, por el conocido Raúl Gómez; el Premio obtenido estuvo dotado de 1000 dólares para el compositor y 500 para el intérprete, mientras que el Premio de Interpretación, consistió en 500 dólares. (En esa edición participó también el venezolano José Luis Rodriguez quien, a pesar de no llegar a la final, obtendría un Premio de Interpretación). En 1975, Miriam Ramos interpretaría un tema titulado “Guayabera” (del cual no he podido hallar grabación en la red), con letra del decimista Adolfo Martí Fuentes y música de Josefa Cabiedes. En los cuatro enlaces entre paréntesis puede verse las notas sobre el Festival aparecidas en la revista Billboard con mención de la participación y premios de Osvaldo Rodríguez y Farah María (I, II, III, IV). 



Fuera de estas curiosidades, no mucho más aparece sobre la participación cubana. Las exiguas referencias a mano tampoco detallan -como no debieron de hacerlo ni en su momento, ni después, los medios de la isla- lo que sería más sustancioso: las circunstancias de la relación de Cuba con este Festival, el modo en que eran seleccionados, y bajo qué condiciones, los intérpretes (de 1976 a 1980 y de 1982 a 1989 no hubo participación cubana a pesar de que ya contaban con dos premios) y, por supuesto, la experiencia japonesa de sus participantes. Queda, claro está, el recurso de entrevistar a compositores e intérpretes, pero ello ya excede, al menos por ahora, mi tiempo y el de este post.

La foto que encabeza el post esta tomada de la página de Snowrecords.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Netsuke




















Me cuenta Néstor Díaz de Villegas que en un museo de Los Ángeles se exhibe un netsuke diseñado a modo de estuche. Cerrado, la talla en su tapa superior muestra la espalda de un probable dios que, desde un mundo de nubes, parecer observar la tierra; abierto, el interior de la tapa contraria descubre las piernas levantadas de una mujer abriendo su sexo hacia el dios. En su último libro, Cuna del pintor desconocido (que habrá de presentarse mañana martes 15 de noviembre en la Feria del Libro de Miami), Néstor incluye un emotivo poema titulado “Netsuke” que reproduzco abajo. Aunque no detalla el netsuke mencionado, bien pudieron ser sus laboriosos detalles o su sorpresiva dualidad los que le hicieran evocar, más allá del espíritu de un arte deseado, el dramatismo entre voz y silencio, fe y certeza, proximidad y lejanía, rememorados desde un exilio para el que aún no existe después. Como ese imprevisto cambio de universos, de abolición de paisajes intermedios que nos revela repentinamente el tan puntual deleite carnal del dios, el netsuke es aquí iluminación, pero también, como ha de serlo por su propio cometido, contrapeso a ese tumultuoso mundo que cuelga inevitable del otro lado de cordoncillo. 


 Netsuke

En un cuarto vacío
donde todo brille
que el asombro se quede mudo.

¿Cuándo nos despedimos?
¿Cuándo decidimos dejar de decir nada
y mirarnos a las caras?
Enfermos por amor al arte.

Los dueños de las galerías.
El tiempo libre.
La libreta.
La cárcel.
El carro del año.

Hablamos
de nimiedades. Perseguimos
algo que se nos escapaba
sin decir nada
y eso era el arte.

Rodeados de cuadros
de acuarelas
de acueductos.

Los lienzos mortuorios
son mortajas estiradas:
papiros que soportan la carroña.

Sonar como una campana
y romperle los tímpanos
a todo un pueblo
es el deseo secreto
de los que no dicen nada.

Nuestro exilio transcurrió
en cocinas extrañas
calentando una sopa de letras.

Comidos de deudas
pagamos seguros, y seguramente
dejamos algo sin pagar.

Casa, hijos, familia
vienen después del arte:
ellos son los culpables
de que el mundo sea como es
y no como lo pintamos.

Efectivamente, no hay tiempo
para desanimarse y
sin trabajo no podremos pagar
las deudas contraídas.

De pie no hay momento
para llorar
no hay arte que valga.

Deambular, andar sin propósito
no hacer nada, conversar,
perder el tiempo:

la absoluta convicción
de repetirnos
nos obliga a jugar.

Lo que ocurre dos veces
cae por su propio peso.

Bienaventurados los que actúan
con absoluta certeza:
fe es duda.

 De que hay otro mundo
¿qué duda cabe?

Fe es la certeza de lo que existe
sólo en la imaginación.

Tumultuosas avenidas
 del punto A al punto B
acortan las distancias
recortan las alas.

viernes, 9 de septiembre de 2011

El mojón de Mazinger


La repercusión internacional de la cultura japonesa contemporánea puede medirse no únicamente en términos de cultura material o visual, sino también en función de sus asociaciones o referentes. Un magnífico ejemplo de ello es el "Homenaje a Andalucía" -alegoría escultórica del vuelo de una falda gitana, inaugurada en 1978 en una rotonda de Algeciras- rebautizada con indudable ingenio como "El mojón de Manzinger Z" (o "El mojón de Mazinger"), en alusión a lo que, supuestamente, constituiría un excremento del famoso robot de Nagai Go. El simpático reportaje de El intermedio sobre el tema (que incluyo al final del post) me hizo recordar otra escultura bautizada de modo semejante: la "espuma de cerveza" diseñada por Philip Starck para coronar, en 1989, las oficinas de la cervecería Asahi, en Tokio, y a la que, por su compacidad y forma, los japoneses identifican popularmente como "el mojón".







[Nota para los lectores cubanos: la isla de Cuba también posee un mojón famoso, no escultórico, sino intinerante, y cuya ubicación actual aproximada es la zona de Jaimanitas, en Ciudad de La Habana]

Fotos: la de "El mojón de Mazinger", que encabeza el post, aparece en uno de los comentarios de
este sitio; la de la cervería Asahi fue tomada por mí en julio de este año.

sábado, 3 de septiembre de 2011

Una obra excepcional: El control de la estampa erótica japonesa shunga

Razones de tiempo me impiden dedicarle de inmediato a El control de la estampa erótica japonesa shunga la reseña que se merece, y que escribiré en breve. Por lo pronto, no quiero dejar de presentar esta obra excepcional, que es la única investigación a fondo existente -y no me refiero solamente al mundo iberoamericano- sobre las regulaciones de las estampas eróticas en Japón y los mecanismos políticos y culturales a ellas asociados. El erotismo japonés, tan llevado y traido en el imaginario de representatividad cultural de Japón, y no menos machacado, incluso académicamente, desde el punto de vista estético, es develado aqui, por primera vez, en sus más profundos y fascinantes mecanismos de producción y en sus vicisitudes políticas. Ya en Cultura popular y grabado en Japón, Amaury García Rodríguez había detallado cabalmente el ambito de creación material de esas estampas japonesas y había desmontado alguna de las nociones más pedestres con la que la crítica abordaba el tema. Ahora lo hace con el erotismo. Hace algún tiempo había yo anunciado el libro Cultura visual en Japón, editado conjuntamente con Amaury, y donde aparece su importante artículo "El shunga como discurso sociocultural: algunas reflexiones terminológicas". Hoy, con El control de la estampa japonesa erótica shunga -Premio Nacional de la Academia Mexicana de Ciencias, por la mejor tesis doctoral en humanidades del año 2007- Amaury ha terminado por asentarse, definitivamente, como uno de los grandes investigadores sobre el tema al más alto nivel. Abajo, el video de una entrevista al autor aparecido en al televisión mexicana.




jueves, 4 de agosto de 2011

Tokio



Una colaboración para Diario de Cuba.

En 1983, Wim Wenders viaja a Tokio para filmar ese "mundo amoroso y ordenado de la mítica ciudad" que tanto le había conmovido en los filmes de Ozu Yasujirō. Se encuentra, sin embargo, con "un torrente de imágenes impersonales, duras, amenazantes e incluso crueles"; imágenes en "galopante inflación" ante las cuales ya se ha perdido toda mirada capaz de "crear un orden", de restituir un "mundo transparente".

A su desencanto —revelado dos años más tarde en ese magnífico fresco que es Tokyo-ga— puede contraponerse el desenfado con que, algo más de una década antes, Andrei Tarkovski dejara en pantalla, por casi cinco minutos, la Autopista Metropolitana de Tokio y los luminosos perfiles de sus tramos céntricos, únicamente para contextualizar el mundo terrestre de su filme Solaris dentro de un ambiente de futuro.

Seguir leyendo aquí.

Fotos: "Basta observar el dramático contraste entre el Nakagin —el edificio que durante los 70 y los 80 conformara uno de los parámetros visuales para la construcción del imaginario de Tokio como ciudad del futuro— y las recientes megaestructuras del distrito de negocios de Shiodome (…) para tener una somera idea de la magnitud de [los] cambios” . A la izquierda, el edificio Nakagin (Kurokawa Kishō, 1972); a la derecha, el conjunto de rascacielos del Shiodome Central Business District (2005). Ambos se encuentran frente a frente. Fotos tomadas por mí en el verano de 2007.

jueves, 28 de julio de 2011

Hideki Irabu



Las agencias de noticias informan de la muerte -por suicidio, al parecer- de Hideki Irabu. Tenía 42 años. En Estados Unidos,y sobre todo en New York, se le recuerda por no haber llegado a ser el pitcher sensación que fuera su compatriota Hideo Nomo. Nomo -firmado por los Dodgers en 1995- había sido el segundo pelotero japonés nacido en Japón que jugaba en las Grandes Ligas. Así, el contrato de Irabu con los Yankees, apenas un par de años después, y cuando todavía se escuchaba el eco de la "nomomanía", llegó con una espectativa, tal vez, demasiado alta.

Sin embargo, y a pesar de su exitoso 1998 cuando los Yankees lograron el campeonato, la carrera de Irabu en las Grandes Ligas no sólo estuvo lejos de la de Nomo, sino también de su propio éxito como pitcher ponchador y de gran velocidad en la Liga Japonesa, cuando lanzaba con los Chiba Lotte Marins. Su envío de 98 millas, el 3 de mayo de 1993, ante otro de los ídolos del beisbol japonés, Kazuhiro Kiyohara, fue, por más de diez años, el lanzamiento más rápido de la Liga. Poco antes, ese mismo año, el director de un equipo rival (Oosawa Ikeji, de los Nippon Ham Fighters)lo había apodado la "Medusa" Irabu. Un apodo elogioso, muy diferente del de "sapo gordo" que le espetara un lustro después, el entonces dueño de los Yankees, George Steinbrenner.

De seguro, debí haber escuchado el nombre de Irabu -y debí haberlo visto- en 1993, cuando viajé por primera vez a Japón y tuve tiempo para estar atento a los partidos de beisbol. Luego, durante su etapa con los Yankees, estuve de nuevo en Japón, pero solamente vi las series mundiales de 1998 y 1999. Y, aunque, por supuesto, la presencia de un jugador japonés en la Serie Mundial era prácticamente una fiesta en el país, en realidad, lo que único que yo quería ver era al Duque Hernández, libre al fin, lanzando y ganando con los Yankees.

En el video que encabeza el post -un breve resumen de Irabu en la Liga Japonesa- aparece, hacia los 0:46 segundos, aquel famoso lanzamiento de 98 millas por hora (158 kilómetros por hora, tal como se marca en Japón, y como se muestra en el video).

lunes, 18 de julio de 2011

Cuba tiene un caballo

Cuba es una piedra negra y un caballo. Un piedra que posee, además, la cualidad de ser hermosa y de haber representado, antiguamente, al número nueve. Y un caballo -genérico- cuyo único atributo sería, acaso, el de haber presagiado la aparición en la isla de aquel que, ensalzado alguna vez como el caballo -imagen de supremacía en tanto equivalencia de virilidad, así como de número uno en la charada china- hoy no es más que el susodicho, michael jackson o esta niña.

Antes de que, en época relativamente reciente, el silabario katakana fuese establecido en Japón como norma para la escritura de nombres y locuciones extranjeros, los nombres de los países occidentales eran escritos en kanji. No tanto por afinidad entre el significado de éstos y las características del país en cuestión -como, lógicamente, sí sucedía en el propio caso de Japón (país del sol naciente) o en el de China (país del centro)- sino por coincidencia fonética (una función conocida como ateji). Así, Estados Unidos de América (simplificado como América) se escribía: 亜米利加; esto es: 亜(a) 米(me) 利(ri) 加(ka); Holanda era 阿(o) 蘭(ran) 陀(da), y Francia, 仏(fu) 蘭(ran) 西 (su) (*)

De desglosarlos por kanji, tendríamos que Francia se compone de Buda (仏), orquídea (蘭) y oeste (西), nada de lo cual parece indicar ninguna particularidad de Francia, salvo por lo que se refiere a su ubicación geográfica con respecto a Japón; “rasgo” que también comparten España (西班牙, pronunciado supein) o Suiza (瑞西suisu) debido al uso, en todos los casos, del kanji “oeste” (西) como equivalencia de la sílaba “su”, del mismo modo que “orquídea” (蘭), en tanto sílaba “ran” es compartido por Holanda. Aunque menos frecuente, hay también kanji elegidos por significado, como en el caso de Hollywood, que llegó a escribirse “literalmente” con los kanji “sagrado”y “bosque” (聖林) y no con los que hubieran podido coincidir fonéticamente.

Aunque sigue habiendo varios países occidentales cuyos nombres se escriben habitualmente en kanji, ya no se utilizan todos los kanji que se acostumbraban a usar. Para escribir Estados Unidos de América, por ejemplo, se ha escogido el kanji de arroz (米) o, lo que es lo mismo, la sílaba “me” de America. De aquí, que “arroz” y “país”, (米国、pronunciado, en este caso, beikoku) signifique Estados Unidos de América; o “arroz” y “sol”(日) -kanji este último con el que se simplifica el nombre de Japón (Nihon, 日本)- implique, en términos generales, relaciones norteamericano-japonesas o contacto entre los dos países. En la consideración de estas combinaciones hay, obviamente, que tener presente la pluralidad de significados y pronunciaciones que puede poseer un kanji, así como la existencia de kanji homófonos que, igualmente, hubieran podido ser utilizados.

Sin duda, intentar establecer una relación lógica, o metafórica, entre un país y su escritura en kanji es un juego casi inevitable, y mucho más si se encuentran algunas coincidencias (**). Cuba (玖馬), como he dicho arriba, se compone de los kanji “hermosa piedra negra” y “caballo”, aunque su pronunciación -tomada del inglés, al igual que la de los nombres de muchos otros países- es kyūba. Kyū (玖)resulta, asimismo, la pronunciación del número nueve que, antiguamente, se representó también con ese kanji. Caballo(馬) es, sencillamente, el kanji con el que se escribe ese animal y que por su sonido “ba”, también forma parte de Bahama (馬浜) que es “caballo” y “playa” . Cuba es uno de los muchos países para cuya escritura ya no se utilizan kanji -actualmente se escribe キューバ, en silabario katakana- y, de hecho, no todos los recuerdan. Su combinación no supone ningún significado especial más que aquel que queramos otorgarle como, por ejemplo, “caballo de la hermosa piedra negra”. Nada que ver, por supuesto, con aquel al que en la isla se le ensalzó alguna vez como el caballo y hoy no es más que el susodicho, michael jackson o esta niña.

(*) En japonés no existe la letra “ele”, y salvo los sonidos que terminan con la letra “ene”, todos los demás lo hacen en vocal).
(**) Véase: http://www.jmode.com/kanji/kanji_countries_1.html

miércoles, 20 de abril de 2011

Otras caras de Katsu Shintaro

De Katsu Shintaro se decía -y hasta ahora no me he preocupado en confirmarlo- que visitó La Habana, que tocó shamisen en el programa televisivo Historia del Cine (cuando lo conducía José Antonio González) y que en la heladería Coppelia ofreció cien dólares a quien pudiera tirarlo del contén de la acera, sobre el cual, de espaldas a la calle, se balanceaba en la punta de los pies. Nadie-me afirmaban-pudo lograrlo, pues el actor o bien evadía el empuje con una finta o bien desplazaba a los contrincantes con un leve movimiento de muñeca.

Anécodotas o ficciones aparte, siempre me ha gustado imaginar que si semejante reto aconteció debió haber sido unicamente para mostrar sus habilidades entre los miembros del ICAIC que le acompañaban, pues por mucho menos de esa suma más de media Habana se hubiera congregado de inmediato. Ello, por supuesto, si descartamos la más que probable aparición en la escena de otros naturales del Oriente, éstos en su encarnación capitalina de agentes del orden. Además, para la época, la "posesión de divisas" estaba penalizada con cárcel y dudo que, en caso de ganarlo publicamente, alguien se llevara el premio a casa tan campante.

Katsu Shintaro es sobre todo conocido por su personaje Zato Ichi, del que ya he escrito anteriormente. Conjuntamente con el sinnúmero de escándalos que le hicieran, entre otros contratiempos, ser sustituido por Takakura Ken como coprotagonista en Black Rain, de Ridley Scott, y por Nakadai Tatsuya como protagonista en Kagemusha, de Kurosawa Akira, o su formación en el conocimiento del teatro kabuki, o sus múltiples papeles en otros filmes escasamente exhibidos en Cuba, creo que lo menos divulgado de Katsu Shintaro es su carrera como cantante. Personalmente no me llama demasiado la atención, pero para quienes no lo han conocido fuera de su personaje de Ichi, pienso que algunas de sus grabaciones podrían resultarles, cuando menos, curiosas.

Aparte de las dos piezas musicales incluyo un par de fragmentos de una rara filmación en compañía del artista Balthus, donde Katsu muestra varios de sus recursos de actuación y luego toca el shamisen. Esta también un anuncio de un filme de 1960, previo a su serie de Zato Ichi, donde también interpreta a un ciego con mucho, al parecer, de lo que posteriormente constituiría su más famoso personaje. Finalmente, para los lectores que no hayan conocido a Zato Ichi, una de sus típicas y tensas escenas en las casas de apuestas.






jueves, 14 de abril de 2011

"El manisero" en japonés (reforzado)

No es la de Misora Hibari la única versión japonesa "El manisero". Probablemente, de tomar en cuenta filmes y espectáculos de todo tipo, haya muchas más que las actualmente inventariadas por Amazon Japan, entre las que, por cierto, aparece tanto la de los Tokyo Cuban Boys como la del Club de Música de las Fuerzas de Autodefensa.

De las dos versiones a mano para ilustrar este post, la primera tiene la curiosidad de estar interpretada por un duo nombrado justamente The Peanuts, del cual ya había comentado anteriomente su versión de "Mágica Luna". La segunda es, al parecer, un número grabado antes de la guerra (no tanto por el scrach del disco como por el título de la colección reciente en que aparece) y esto, en cualquier caso significa antes de la influencia de la música cubana durante la ocupación norteamericana. La interpreta el comediante Enoken (Enomoto Ken'ichi) uno de los actores más populares de la gran era del espectáculo moderno en Tokio y lo hace, a mi juicio, de una manera mucho más cercana al tono y al ambiente callejero del pregón.

Vale la pena oir las dos versiones, pues no sólo son muy diferentes entre sí -la de The Peanuts, a su modo de "música ligera" de inicios de los setenta-, sino también en comparación con la mucho más atildada interpretación de Misora.

Agradezco nuevamente a Enrique del Risco haber sacado el tema de "El manisero" y su "imperialismo cultural".


martes, 12 de abril de 2011

"El manisero" en japonés

En su blog, el escritor Enrique del Risco ilustra algunas no muy frecuentes versiones de "El Manisero" de Moisés Simons: la de la orquesta Havana Casino, de Don Aspiazu (en 1930), nada más y nada menos que con la voz de Antonio Machín y el saxo de Mario Bauzá; la de la orquesta del gran Stan Kenton; y la de Laba Sosseh con el saxofonista Dexter Johnson. Quisiera, por mi parte, añadir a esta selección de "nuestro imperialismo cultural" -como ironiza Enrique- esta versión de la famosa Misora Hibari (anotada en los comentarios al video como de 1952) y señalar que en la misma no sólo se vende maní, sino caramelos, chocolates y anpan (una especie de pan relleno con pasta de frijoles dulces).

Literalmente, el título de la canción sería "Pregón de frijoles de Nanking" (Nankin mame uri), uno de los términos (Nankin mame) con los que se ha nombrado al maní en Japón. Otros, como frijol de chino y frijol de extranjero, también parecen aludir a una inicial distribución de la semilla desde el sur de China hacia Japón. Contemporáneamente, el nombre ha sido generalizado como pinatsu, del inglés peanuts y referido al mismo fruto. De aquí, por ejemplo, el término pinatsu uri -uri es equivalente de pregón- utilizado en la canción en japonés del duo cubano Los Compadres para aludir al habitual pregón del manisero en Cuba.


miércoles, 26 de enero de 2011

Muchacha de Nagasaki


Revisando las canciones de Vladimir Visotski encontré esta "Muchacha de Nagasaki", un poema escrito por Vera Inber hacia los años veinte, con música de su contemporáneo Paul Marcel. Salvo por la mención del puerto, la historia no parece relacionarse mayormente con Japón, ni siquiera estar ambientada allí, y desconozco si su origen es una libre mezcla de lo "exótico oriental" o si algún otro relato la precede: un capitan de barco francés enamorado de una muchacha de Nagasaki que baila jig en una taberna y que muere asesinada por un señor de frac, embriagado de hachís.

Una coincidencia, sin embargo, me anima a compartirla: el aniversario, antes de ayer, del natalicio de Visotski, cuyas primeras canciones oí en Rusia, en 1981, apenas un año después de su muerte, y a quien desde entonces he seguido escuchando. Y una curiosidad: el enterarme de que si bien su origen nada tiene que ver con ello, "Muchacha de Nagasaki" ha sido, como muchas otras canciones relacionadas con cierto "romanticismo del mar", popular entre el mundo de los criminales rusos. De acuerdo con una anécdota del cineasta Valeri Priiomijov (y según aparece en el mismo enlace antes citado) los prisioneros de la cárcel de Butirka -por donde pasaran Mayakovski y Solzhenitsin- conocían menos las "canciones de presidio" contemporáneas que las de Vladimir Visotski y Aleksandr Rozenbaum, y uno de los más viejos recordaba "Muchacha de Nagasaki". Su inclusión dentro del repertorio del "underground" Arkadi Severni -fallecido, al igual, que Visotski, en 1980, y quien, como Rozebaum se hiciera popular por la interpretación de canciones de presidio- ya habría corroborado el tradicional reconocimiento de la pieza como parte ese contexto.



Digresión: poco, obviamente, de la cultura no oficial rusa llegó a Cuba durante el largo período de la "indestructible amistad del hermano pueblo de la Unión Soviética" (aunque, en verdad, otro tanto podría decirse de buena parte de su extensa cultura, así como de la del resto de las repúblicas). Desconozco si veinte años después, y fuera de los ejemplos de orden sociopolítico relacionados con la caída del socialismo, el interés por la cultura rusa en la isla ha rebasado la recurrente nostalgia de una generación por sus animados infantiles. En cuanto a Visotski creo que muy pocos lo recordarán como el protagonista de "El lugar de la cita no debe cambiarse", el único trabajo suyo -bien como actor, músico o escritor- que, hasta donde conozco, se exhibiera en Cuba. (La serie completa, subtitulada en inglés, puede verse en You Tube a partir del enlace anterior). Hoy, una generación más joven parece haberse interesado en su obra, al menos por lo que respecta a Ciro Díaz Penedo, quien, incorporándolas como parte de su discurso crítico para con el sistema político cubano, ha interpretado las que tal vez sean las únicas versiones de temas de Visotski que, en español, se han grabado en la isla.

Incluyo, finalmente, una tercera versión de "Muchacha de Nagasaki", interpretada por Dzhemma Jalid.

lunes, 24 de enero de 2011

Recomendación: "42 años esperando al verdugo", de Álvaro Corcuera.



El país semanal publica "42 años esperando al verdugo", un muy revelador reportaje de Álvaro Corcuera sobre el conocido caso de Hakamada Iwao -el condenado a muerte que más tiempo en el mundo lleva en espera del cumplimiento de su sentencia (y de quien ya había hablado en este blog)- y el de Menda Sakae, primer exonerado de la pena capital en Japón. El reportaje contextualiza, además, todo el tenso ambiente político, legal y familiar alrededor de la pena de muerte y su particular sistema en el país asiatico. Como se sabe, el delito por el que se le acusa a Hakamada aún no le ha sido probado y su confesión fue lograda por medios violentos, algo similar a lo sucedido a Menda. El año pasado, Tatsunori Natsui realizó la película Box -también mencionada por Corcuera- sobre el caso Hakamada, de la que incluyo aqui el video promocional (en japonés).

martes, 11 de enero de 2011

Canción para bañar la luna

Dos fantasías japonesas de María Elena Walsh:

Canción para bañar la luna


Historia de una Princesa, su papá y el Príncipe Kinoto Fukasuka

Sukimuki era una princesa japonesa.

Vivía en la ciudad de Siu Kiu, hace como dos mil años, tres meses y media hora.

En esa época, las princesas todo lo que tenían que hacer era quedarse quietitas. Nada de ayudarle a la mamá a secar los platos. Nada de hacer mandados. Nada de bailar con abanico. Nada de tomar naranjada con pajita.

Ni siquiera ir a la escuela. Ni siquiera sonarse la nariz. Ni siquiera pelar una ciruela. Ni siquiera cazar una lombriz. Nada, nada, nada.

Todo lo hacían los sirvientes del palacio: vestirla, peinarla, estornudar por ella, abanicarla, pelarle las ciruelas.

¡Cómo se aburría la pobre Sukimuki!

Una tarde estaba, como siempre, sentada en el jardín papando moscas, cuando apareció una enorme Mariposa de todos los colores.

Y la Mariposa revoloteaba, y la pobre Sukimuki la miraba de reojo porque no le estaba permitido mover la cabeza.

–¡Qué linda mariposapa! –murmuró al fin Sukimuki, en correcto japonés.

Y la Mariposa contestó, también en correctísimo japonés:

–¡Qué linda Princesa! ¡Cómo me gustaría jugar a la mancha con usted, Princesa!

–Nopo puepedopo –volvió a responder la Princesa haciendo pucheros.

–¡Cómo me gustaría bailar con usted, Princesa! –insistió la Mariposa.

–Eso tampococo puepedopo –contestó la pobre Princesa.

Y la Mariposa, ya un poco impaciente, le preguntó:

–¿Por qué usted no puede hacer nada?

–Porque mi papá, el Emperador, dice que si una Princesa no se queda quieta quieta quieta como una galleta, en el Imperio habrá una pataleta.

–¿Y eso por qué? –preguntó la Mariposa.

–Porque sípi –contestó la Princesa–, porque las Princesas del Japonpón debemos estar quietitas sin hacer nada. Si no, no seríamos Princesas. Seríamos mucamas, colegialas, bailarinas o dentistas, ¿entiendes?

–Entiendo –dijo la Mariposa–, pero escápese un ratito y juguemos. He venido volando de muy lejos nada más que para jugar con usted. En mi isla, todo el mundo me hablaba de su belleza.

A la Princesa le gustó la idea y decidió, por una vez, desobedecer a su papá. Salió a correr y bailar por el jardín con la Mariposa.

En eso se asomó el Emperador al balcón y al no ver a su hija armó un escándalo de mil demonios.

–¡Dónde está la Princesa! –chilló.

Y llegaron todos sus sirvientes, sus soldados, sus vigilantes, sus cocineros, sus lustrabotas y sus tías para ver qué le pasaba.

–¡Vayan todos a buscar a la Princesa! –rugió el Emperador con voz de trueno y ojos de relámpago.

Y allá salieron todos corriendo y el Emperador se quedó solo en el salón.

–¡Dónde está la Princesa! –repitió. Y oyó una voz que respondía a sus espaldas:

–La Princesa está de jarana donde se le da la gana.

El Emperador se dio vuelta furioso y no vio a nadie. Miró un poquito mejor, y no vio a nadie. Se puso tres pares de anteojos y entonces sí vio a alguien. Vio a una mariposota sentada en su propio trono.

–¿Quién eres? –rugió el Emperador con voz de trueno y ojos de relámpago.

Y agarró un matamoscas, dispuesto a aplastar a la insolente Mariposa.

Pero no pudo.

¿Por qué?

Porque la Mariposa tuvo la ocurrencia de transformarse inmediatamente en un Príncipe.

Un Príncipe buen mozo, simpático, inteligente, gordito, estudioso, valiente y con bigotito.

El Emperador casi se desmaya de rabia y de susto.

–¿Qué quieres? –le preguntó al Príncipe con voz de trueno y ojos de relámpago.

–Casarme con la Princesa –dijo el Príncipe valientemente.

–¿Pero de dónde diablos has salido con esas pretensiones?

–Me metí en tu jardín en forma de mariposa –dijo el Príncipe– y la Princesa jugó y bailó conmigo. Fue feliz por primera vez en su vida y ahora nos queremos casar.

–¡No lo permitiré! –rugió el Emperador con voz de trueno y ojos de relámpago.

–Si no lo permites, te declaro la guerra –dijo el Príncipe sacando la espada.

–¡Servidores, vigilantes, tías! –llamó el Emperador.

Y todos entraron corriendo, pero al ver al Príncipe empuñando la espada se pegaron un susto terrible.

A todo esto, la Princesa Sukimuki espiaba por la ventana.

–¡Echen a este Príncipe insolente de mi palacio! –ordenó el Emperador con voz de trueno y ojos de relámpago.

Pero el Príncipe no se iba a dejar echar así nomás.

Peleó valientemente contra todos. Y los lustrabotas escaparon por una ventana. Y las tías se escondieron aterradas debajo de la alfombra. Y los vigilantes se treparon a la lámpara.

Cuando el Príncipe los hubo vencido a todos, preguntó al Emperador:

–¿Me dejas casar con tu hija,sí o no?

–Está bien –dijo el Emperador con voz de laucha y ojos de lauchita–. Cásate, siempre que la Princesa no se oponga.

El Príncipe fue hasta la ventana y preguntó a la Princesa:

–¿Quieres casarte conmigo, Princesa Sukimuki?

–Sípi –contestó la Princesa entusiasmada.

Y así fue como la Princesa dejó de estar quietita y se casó con el Príncipe Kinoto Fukasuka. Los dos llegaron al templo en monopatín y luego dieron una fiesta en el jardín. Una fiesta que duró diez días y un enorme chupetín.

Así acaba, como ves, este cuento japonés.

Cuentopos, Buenos Aires: CBS, 1968

Tomado de Mitakuye Oyasin. La foto, de Homenaje a María Elena Walsh