miércoles, 26 de enero de 2011

Muchacha de Nagasaki


Revisando las canciones de Vladimir Visotski encontré esta "Muchacha de Nagasaki", un poema escrito por Vera Inber hacia los años veinte, con música de su contemporáneo Paul Marcel. Salvo por la mención del puerto, la historia no parece relacionarse mayormente con Japón, ni siquiera estar ambientada allí, y desconozco si su origen es una libre mezcla de lo "exótico oriental" o si algún otro relato la precede: un capitan de barco francés enamorado de una muchacha de Nagasaki que baila jig en una taberna y que muere asesinada por un señor de frac, embriagado de hachís.

Una coincidencia, sin embargo, me anima a compartirla: el aniversario, antes de ayer, del natalicio de Visotski, cuyas primeras canciones oí en Rusia, en 1981, apenas un año después de su muerte, y a quien desde entonces he seguido escuchando. Y una curiosidad: el enterarme de que si bien su origen nada tiene que ver con ello, "Muchacha de Nagasaki" ha sido, como muchas otras canciones relacionadas con cierto "romanticismo del mar", popular entre el mundo de los criminales rusos. De acuerdo con una anécdota del cineasta Valeri Priiomijov (y según aparece en el mismo enlace antes citado) los prisioneros de la cárcel de Butirka -por donde pasaran Mayakovski y Solzhenitsin- conocían menos las "canciones de presidio" contemporáneas que las de Vladimir Visotski y Aleksandr Rozenbaum, y uno de los más viejos recordaba "Muchacha de Nagasaki". Su inclusión dentro del repertorio del "underground" Arkadi Severni -fallecido, al igual, que Visotski, en 1980, y quien, como Rozebaum se hiciera popular por la interpretación de canciones de presidio- ya habría corroborado el tradicional reconocimiento de la pieza como parte ese contexto.



Digresión: poco, obviamente, de la cultura no oficial rusa llegó a Cuba durante el largo período de la "indestructible amistad del hermano pueblo de la Unión Soviética" (aunque, en verdad, otro tanto podría decirse de buena parte de su extensa cultura, así como de la del resto de las repúblicas). Desconozco si veinte años después, y fuera de los ejemplos de orden sociopolítico relacionados con la caída del socialismo, el interés por la cultura rusa en la isla ha rebasado la recurrente nostalgia de una generación por sus animados infantiles. En cuanto a Visotski creo que muy pocos lo recordarán como el protagonista de "El lugar de la cita no debe cambiarse", el único trabajo suyo -bien como actor, músico o escritor- que, hasta donde conozco, se exhibiera en Cuba. (La serie completa, subtitulada en inglés, puede verse en You Tube a partir del enlace anterior). Hoy, una generación más joven parece haberse interesado en su obra, al menos por lo que respecta a Ciro Díaz Penedo, quien, incorporándolas como parte de su discurso crítico para con el sistema político cubano, ha interpretado las que tal vez sean las únicas versiones de temas de Visotski que, en español, se han grabado en la isla.

Incluyo, finalmente, una tercera versión de "Muchacha de Nagasaki", interpretada por Dzhemma Jalid.

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