viernes, 26 de marzo de 2010

La estructura múltiple de la cultura japonesa


Recién editado por El Colegio de México La estructura múltiple de la cultura japonesa. Repensando la cultura japonesa desde una perspectiva asiática, regala al lector iberoamericano aquel vigoroso emplazamiento con el que, hace más de diez años, el etnólogo Sasaki Kōmei criticara los argumentos y la retórica habitual (aún hoy recurrentes en los ámbitos y espacios más disímiles) para privilegiar, indirecta o explícitamente, las nociones de unicidad, homogeneidad, superioridad y aislamiento como caracterizadores por excelencia de la cultura japonesa.

La vigencia de este emplazamiento -una de las piedras angulares del largo trabajo de Sasaki en ese campo- así como la minuciosa indagación sobre la conformación de esa estructura múltiple desde los propios procesos y culturas que le dieron origen, y en su correspondencia y vínculo con otras culturas asiáticas, han contribuido, sin duda, a expandir sustancialmente el panorama analítico de la diversidad cultural de Japón más allá de los estudios específicos sobre la teoría nativista o sobre el nihonjiron (dentro de las épocas moderno-temprana, moderna y contemporánea) o de la evaluación de una multiplicidad y multiculturalidad dadas dentro de los más recientes contextos de globalización.

Partiendo de la genealogía y desarrollo de la teoría de la estructura múltiple de la cultura japonesa y de los conflictos de ésta dentro del nacionalismo moderno ( y en la evaluación crítica de las perspectivas de investigadores como Torii Ryūzō, Oka Masao, Yanagita Kunio, Tsuboi Hirofumi o Tachikawa Musashi), Sasaki analiza el dinamismo étnico, cultural y lingüístico en el este de Asia en el primer milenio a.C., así como las particularidades del subsecuente desarrollo de las culturas provenientes del norte y del sur, los orígenes de la cultura agrícola en el este de Asia y los procesos de las culturas arroceras y no arroceras, haciendo énfasis en el desglose de aquellos particulares entornos y modos de subsistencia que no considera reductibles a las diferenciaciones mayores habitualmente establecidas y cuyo examen le admite rebasar, incluso, la consideración de la cultura japonesa como de estructura dual (arrocera y no arrocera).

Con independencia de las reconsideraciones sobre el tema que el propio Sasaki ha desarrollado en su obra posterior, La estructura múltiple… sigue comportando una significativa introducción (a la vez que una importante base de discusión) a las formaciones de la cultura japonesa desde una perspectiva crítica indispensable y hasta ahora ausente en la bibliografía en español sobre el tema.

lunes, 8 de marzo de 2010

Desastres (no naturales, claro está)

China's Unnatural Disaster: The Tears of Sichuan fue nominado al Oscar. Les recomiendo verlo hasta el final. Estoy seguro de que unas cuantas escenas les resultarán bastante conocidas, especialmente a los lectores cubanos.

Las cuatro partes restantes del documental aquí:

http://www.youtube.com/watch?v=QH1JbqAx8h0&NR=1

http://www.youtube.com/watch?v=9K_u2qzyEZk&NR=1

http://www.youtube.com/watch?v=9tO8XdnBDj8&NR=1

http://www.youtube.com/watch?v=6psdfReC4e0&feature=related

Y una entrevista con los realizadores:

http://www.youtube.com/watch?v=zMXkvNlz5Ew&feature=related

viernes, 5 de marzo de 2010

Daños colaterales

Creo que lo más provechoso de la indagación para mi post del martes pasado han sido las innumerables curiosidades y esperpentos que aparecieron bajo los rubros asociados, directa o indirectamente, con el tema, y donde Japón no constituye la excepción. Independientemente de sus niveles de rareza, alucinación, inverosimilitud o humor involuntario (como estas dos que he querido destacar) pienso que todo ello puede, perfectamente, etiquetarse como daños colaterales (1).

La primera está protagonizada por un peculiar director de orquesta que también conduce composiciones clásicas, según puede verse en su canal de You Tube. La información (en japonés) que aparece en la página, nos explica que:

En la era de las glaciaciones, los mongoloides fueron hasta América del Sur y disfrutaron de las canciones folclóricas de los Andes. La voz canta un huaino, y básicamente es usado un tipo de instrumento como una mandolina que se llama charango, una flauta llamada quena y una flauta de pan llamada zampoña. Es la canción cubana del general [shogun] Che Guevara, llamada Comandante Che Guevara.




La segunda, es una síntesis biográfica, mejorada notablemente por una traducción automática, donde nos enteramos, entre otras verdades o “primicias” que Guevara se “volvió la Camiseta por el mundo”, que “trabajó como John Lennon” y que durante la guerrilla boliviana “siempre podía calentarse con la vanguardia”.


(1). Recordando este excelente relato de Enrique del Risco.

Roberto Barbon, primer cubano (y latino) en el beisbol japonés

Según este interesante artículo en el New York Times.

Barbon became the first foreigner to reach 1,000 hits in Japan, and until recently his 1,353 games played was tops among foreigners. […] He stole 308 bases, the most of any Westerner in Japan, and led the league in steals for three straight seasons beginning in 1958. He is the last foreigner to steal 50 bases in a season.

H/T: Verónica Cervera

martes, 2 de marzo de 2010

Hiroshima, 1959


Mientras escribía “Seremos como Ichi”, recordé que el personaje parodiado por Morimura Yasumasa había encabezado en 1959 una delegación diplomático comercial cubana que visitó Japón. He tratado de buscar en la red información gráfica de aquella visita y sólo he encontrado las tres fotos que aquí adjunto, todas tomadas en Hiroshima el 25 de julio. En la que encabeza el post, debe ser Omar Fernández Cañizares (segundo jefe de la delegación) quien coloca una ofrenda floral en el Memorial de la Paz, mientras que Guevara observa junto al entonces embajador de Cuba en Japón, Mario Alzugaray, y a un empleado de la prefectura de Hiroshima que les servía de guía. La foto debió estar tomada por el reportero del diario Chugoku Shinbun, Hayashi Tatsuo, quien obtuvo la “exclusiva” (1), y fue publicada en una nota titulada “Ofrenda floral al memorial del bombardeo atómico. El embajador cubano y el jefe de la delegación llegan a Hiroshima”. (En la página enlazada también aparece una rememoración del propio Hayashi publicada por el diario Asahi Shinbun el 14 de diciembre de 2007 y titulada “Conversación sobre rifles en el Parque de la Paz”).

En la segunda, extraída del documental Memoria del fuego. La remanente llama del bombardeo atómico va a Cuba, transmitido por la Televisora Asahi el 10 de septiembre de 2007, el líder de la delegación posa frente al castillo de Hiroshima (bañado de inverosímil luminosidad celeste) (2). La tercera, es una foto del propio Guevara al Memorial de la Paz, dada a conocer a bombo y platillo por la revista Ganbo (Gunbo) a finales de julio de 2006, y según este artículo del diario Asahi Shinbun [enlace indirecto], perteneciente a los archivos del Centro de Estudios Che Guevara, en La Habana (cuya sección fotográfica en la página web parece no estar actualizada).




Ciertamente, la parquedad de la documentación gráfica (así como de información en general) de la visita por la parte japonesa es entendible si para el momento Guevara no era más que el emisario de un gobierno. (3) Wikipedia (en japonés) señala que, durante su estadía, la única información sobre la delegación cubana apareció en el diario Asahi Shinbun el 27 de julio de 1959 con el título de “La barba de Castro que llegó a Tokio” (hasta el momento no he podido confirmar la fecha de publicación de la nota del Chugoku Shinbun que, como mínimo, pudo haber estado impresa el día 26). Pero también por lo que concierne a la parte cubana parece no haber más sino esa única foto, aunque según esta nota [eventualmente no accesible] la delegación estaba compuesta por Francisco García Valls, Alfredo Menéndez, un escolta del Ché, y Salvador Vilaseca “rector de la Universidad de La Habana y profesor de matemáticas de Guevara” y un periodista de Prensa Latina, de quien no se dice el nombre. (Ello, por supuesto, salvando la siempre probable alternativa de que tales imágenes existan y que por cualquier razón, aunque sea por el hecho de que no aparezca Guevara en ellas, no hayan sido difundidas).

La delegación partió de La Habana el 12 de junio y regresó el 8 de septiembre, en un periplo que también incluyó Egipto, Siria, Marruecos, India, Birmania, Indonesia Ceilán, Paquistán, Sudán, Yugoeslavia y España. La estadía en Japón fue del 15 al 27 de julio, entre el tránsito por Birmania desde la India y la visita a Indonesia. Tanto en la cronología del Centro de Estudios Che Guevara como en la que se reproduce en esta página (4) así como en el resto de las informaciones, la estancia en Japón aparece anotada a través del calendario de sucesivas visitas a compañías, industrias, y ministerios (que no creo necesario puntualizar aquí), y a través de la visita a Hiroshima (entendida no como la ciudad, sino como del testimonio del bombardeo atómico).

Con respecto a esta última, se insiste en que fue una visita no prevista o, al menos, no contemplada por la parte japonesa, pero los detalles, tal como aparecen en cualquiera de las fuentes señaladas en este post (bastante farragosos, por cierto, de pormenorizar y discriminar) no son del todo coincidentes. En cualquier caso, el asunto parece resumirse en que el gobierno japonés no tenía intención de que la delegación visitara Hiroshima, pero Guevara decidió hacerlo, bien faltando a una cita con un empresario en Kobe el día 25 y saliendo desde Osaka la noche del 24, o bien sin regresar a Tokio, como estaba previsto, después de haber visitado en la mañana del 25 la constructora de barcos Kawasaki y, eventualmente, haber tenido la cita con el empresario.

En síntesis similares del ya mencionado documental Memoria del fuego (5) Fernández (que al parecer ha quedado como el único testigo cubano) señala que la única razón por la que podría pensarse que el gobierno japonés no tenía interés en que visitaran Hiroshima era para no mostrar lo que le habían hecho los norteamericanos, y que Guevara, quien desde el inicio tenía la idea de visitar la ciudad, resolvió que, como sólo les quedaban 48 horas en el país, Alzugaray, Fernández, y él irían a Hiroshima sin informarle a las autoridades japonesas, mientras que el resto de la delegación se quedaría en Osaka. Alzugaray debió ser la pieza clave para que a pesar de haberse roto el protocolo se hicieran los contactos previos para que fueran recibidos y acompañados por un empleado de la Prefectura de Hiroshima, e incluso se entrevistara con un reportero, lo que matiza bastante la noción de “escape” que se exalta en algunas referencias. En cuanto a las razones de las autoridades para que no visitaran Hiroshima, si bien para la época ya existían tanto el hospital como el resto de las construcciones conmemorativas, y salvo que hubiera reticencias particulares para el caso cubano, es muy cierto que el gobierno japonés trataba a toda costa de no hacer visible los efectos de la tragedia (6).

Del resto de lo concerniente a la visita, y salvo por lo que se pueda sacar en claro de lo que pudo (o más bien no pudo) servirle de experiencia para aplicar en Cuba, todo hace confirmar que la parte japonesa no se vio muy interesada en ningún tipo de negociación comercial concreta. Otro tema que se reitera son las preguntas realizadas por Guevara tanto al encargado de asuntos exteriores de la prefectura de Hiroshima, como a Hayashi Tatsuo, y que pueden resumirse en por qué Japón no denuncia, o se enfrenta a Estados Unidos por el crimen del bombardeo atómico. Llama la atención la rememoración de Hayashi Tatsuo sobre su conversación con Guevara en el Parque de la Paz, donde éste le dijo al reportero: “Quiero comprar un fusil” “Los fusiles de Hōwa son excelentes. ¿Me lo venderán?” y que a partir de ahí comenzaron a hablar de ese tema. También, el que a Guevara no le interesara otra cosa de Japón sino aquello a lo que iba, ni encontrarse con una geisha o ir a Ginza a comprar algún regalo, algo de lo que Miyoshi dice que se conversó en el viaje de regreso de Hiroshima, pero que a Guevara no le interesó. Asimismo, que la entrevista (de 15 minutos) con Ministro de Industria y Comercio Internacional, Ikeda Hayato, el 22 de julio, ocurrió en el Hotel Imperial de Tokio, que para ese entonces todavía era el que había diseñado, soberbiamente, Frank Lloyd Wright.

El 19 de octubre de 1959, Guevara publicó en la revista Verde Olivo, un artículo sobre el viaje, titulado “Recupérese Japón de la tragedia atómica”, una muy temprana muestra, al menos para mí, de los sutiles “peros” de la política cubana a la hora de encajar el bienestar económico en países capitalistas, un tema que resulta más elocuente si consideramos que todos los avances en economía y en servicios que llaman la atención de Guevara corresponden a una nación que apenas salía (derrotada) de la posguerra y que, desde la perspectiva de cómo anda la isla caribeña hoy en día, no creo que haya mucho que abundar sobre la comparación de que Cuba tenía entonces 80 000 hectáreas de suelo cultivable para 6 millones de habitantes, y Japón, 50 000 para 80 millones.

Hago a un lado lo que de ello derivaba en consideraciones económicas para Cuba, que más utópicas no pudieron ser, así como cierto tipo de imprecisiones (que hasta hace poco seguían siendo comunes), como mencionar que “campeaban por su respeto, hasta la terminación de la Segunda Guerra Mundial, los señores feudales y los descendientes de la casta guerrera de los “samurais” en cuyas armas se basaba el poderío de la clase dominante”. Me interesa, más bien, hacer notar que luego de esta observación Guevara se refiere a la intervención norteamericana donde el “General Douglas Mac Arthur, trató de romper el predominio de clase y de casta quitándole su poder sobre la tierra y una Reforma Agraria de vastísimas proporciones y estricto límite máximo de una hectárea (1/13 caballería), fue dictada por esa intervención”, pero que párrafos después señala: “Este país, cuyos antiguos guerreros se abrían el vientre ante la sospecha de un insulto a su honor militar y cuyos nuevos combatientes morían con la sonrisa en los labios, en los aviones suicidas que se estrellaban contra los acorazados norteamericanos, ve hoy cómo su territorio es ocupado por una potencia extranjera que se encarga del resguardo de sus costas y de su soberanía”.

Es curioso que ninguna relación sea establecida entre aquellos “señores feudales” (el ejército imperial, para lo que correspondería a la Guerra de los Quince Años, desde la ocupación de Manchuria en 1931 hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial) y los kamikaze. O, más bien: que da la sensación de que la cercanía de Guevara para con Japón proviene no sólo de la tragedia atómica, o del interés económico, sino del hecho de estar precisamente bajo la tutela militar de Estados Unidos, para lo que el estereotipo del samurái inmutable encarnado en aquel “nuevo combatiente” resulta entonces atemporal y se convierte en el símbolo más idóneo para tipificar el patriotismo humillado. (Someramente quiero señalar que para 1959, la presencia norteamericana ya había dejado de ser aquella ocupación de posguerra donde, por cierto, hubo más que reforma agraria: establecimiento de la libertad de religión y de expresión, de los derechos sindicales, de la educación mixta, del voto de la mujer y de su igualdad laboral, y de los derechos ciudadanos en general).

El asunto es que Guevara ni siquiera alude aquí –y aunque los pormenores saldrían a la luz mucho más tarde, ya los juicios habían ocurrido- a los crímenes de guerra en China y en el Sudeste Asiático de esos mismos combatientes (con independencia de que muchos de los kamikaze no iban a morir precisamente con tanto entusiasmo como supone), ni a la alianza japonesa con el eje fascista. Tampoco, aunque esto es ya más comprensible, los matices de que el propio desarrollo tecnológico, económico y en servicios que había maravillado a Guevara (todavía nada homogéneo y muy lejos aún de lo que llegaría a ser) no estuviera precisamente reñido con esa tutela militar norteamericana.

Para la época, ciertamente Japón se encontraba bajo los Tratados de Seguridad con Estados Unidos y, sin entrar en detalles, quiero enfatizar que el tema de las relaciones Japón-Estados Unidos, incluso culturalmente, está muy lejos de poder ser tratado en blanco y negro; de ahí, tanto la reticencia del gobierno a la visita a Hiroshima, como la lógica pregunta de Guevara (y no sólo de él, obviamente) de por qué Japón no enfrentaba a Estados Unidos por el crimen del bombardeo atómico. Volviendo al punto del simbolismo patriótico, en realidad quienes un año después protestarían contra la renovación de los Tratados de Seguridad, serían trabajadores y estudiantes no precisamente asociados con aquellos “nuevos guerreros”; luego, cada vez con más fuerza, una derecha nacionalista preocupada por la recuperación de la autonomía militar y de las antiguas glorias imperiales, semejante a la que animaría, en 1970, el suicidio de Mishima; es decir, la herencia del espíritu de aquellos “nuevos combatientes que morían con una sonrisa en los labios mientras se estrellaban contra los acorazados norteamericanos”, pero que también masacraron a la población china en nombre del emperador.

Todavía estando en La Habana recuerdo haber leído en algún periódico dominical (Tribuna de La Habana o Juventud Rebelde) una entrevista a un japonés (o descendiente de japonés) que había combatido con el ejército rebelde y que Guevara, al enterarse de su nacionalidad, le amonestó: “no deje que le digan chino, que usted viene de una raza muy valiente” (me imagino ahora que refiriéndose al ideal samurái o a los kamikaze). De otras asociaciones semejantes, me entero de que en la guerrilla boliviana hubo también un descendiente de japonés, Freddy Maemura (o también Maymura) hijo de un natural de Kagoshima y hoy enterrado en Santa Clara junto con Guevara y otros miembros de la guerrilla (7). También -y esto ya post mortem- de que la verificación del cadáver de Guevara antes de ser trasladado a Cuba fue realizada en las instalaciones del Hospital Japonés de Santa Cruz, en Bolivia.

(1). Acápite “Visita a Japón” en la entrada Che Guevara de Wikipedia (en japonés), pero también verificable en otras referencias. Con respecto a la información quiero aclarar que únicamente he cotejado aquella a mano en la red, en principio para tener una idea del contexto de las imágenes y, sobre todo, por la sorpresa de no hallar más documentación gráfica que la adjuntada. (Ninguna, por ejemplo, especifica directamente quienes aparecen en la primera foto, ni hace referencia a si esas son las únicas imágenes existentes o no; asimismo, el empleado de la prefectura de Hiroshima, aparece también como el encargado de asuntos exteriores de la misma). La mayoría de esta información (de donde he seleccionado los enlaces de mayor coherencia con respecto a las imágenes) repite fragmentos de: las notas de Hayashi en el Chugoku Shinbun y el Asahi Shinbun (no he podido hallar los textos en los archivos digitales de esos diarios); un artículo de Miyoshi Tōru, “Visita del Che Guevara a Japón”, publicado por la revista Bunka Shunju en mayo de 1969 (que tampoco aparece en los archivos digitales de la revista); la reedición en 2001 de un libro del propio Miyoshi, La leyenda del Che, aparecido originalmente en 1971; y los testimonios de Omar Fernández Cañizares en el documental Memoria del fuego o en el libro de Miyoshi. Desconozco, igualmente, si el libro de Fernández Cañizares Un viaje histórico con el Che (Ciencias Sociales, 2005) ofrece mayor documentación al respecto.
(2) De las fuentes o cronologías revisadas ninguna menciona una visita al castillo, por lo que es más probable que, dada la vecindad del mismo con el Parque del Memorial de la Paz, la foto haya sido tomada durante el recorrido. El documental ya no se encuentra disponible en You Tube y la foto ha sido tomada del blog enlazado.
(3). De hecho, en la nota “Ofrenda al memorial…” el apellido del embajador aparece escrito como Alzugaru, y el de Guevara, como Gueera.
(4). No queda del todo claro si la cronología de la estancia de Guevara en Japón en esta página, reproduce la que aparece en la edición japonesa del Diario del Che o está tomada de otra fuente únicamente referida a la estancia de Guevara en Japón.
(5) Al menos en
esta página y esta página (ambas en japonés). La segunda corresponde al sitio web del Secretariado contra la Expansión de la Guerra de Estados Unidos y la Legislación de Emergencia de Japón.
(6). La cronología del Centro de Estudios Che Guevara es la única fuente que menciona que también visitaron Nagasaki: de acuerdo con el tiempo que contaban hasta su salida de Japón, y por la ubicación de Nagasaki, mucho más al oeste que Hiroshima, no parece que haya sido posible.
(7). Me ha parecido poco menos que antológica la utilización del término samurái en título del artículo enlazado, en referencia al libro
El samurai de la revolución, de la hermana y el sobrino de Maemura.