Desconozco la razón por la que los videos aparecen segmentados; haciendo doble click en la imagen pueden verse correctamente en You Tube y en una nueva ventana.
Este primer video de Hirokochannel ilustra lo que comentaba en Feliz 2010, acerca de las diferencias de Shibuya y Ginza en la bienvenida al año nuevo. Un indicador más del desplazamiento de la centralidad de los sakariba -sucintamente, el lugar de mayor interacciones culturales de la ciudad- que parece coincidir con el desplazamiento espacial de las tendencias juveniles de consumo y moda, una vez que las zonas anteriores han asentado su carácter. El proceso, por supuesto, no es nuevo; ni tampoco únicamente determinado por ello. Desde el período Edo hasta el terremoto de 1923, Asakusa fue el sakariba por excelencia de Tokio; y luego, sucesivamente, lo serían Ginza, Shinjuku y Shibuya con la extensión, desde los noventa, de la famosa zona de Harajuku, que si bien no comparte la misma diversidad comercial, es actualmente el centro de las tendencias de moda (y ya no sólo de Japón). Con centralidad de los sakariba me refiero a su papel preponderante como centro eventual de una ciudad, cuyo núcleo físico, el palacio imperial, se encuentra (como ya advirtiera Barthes, en El imperio de los signos) aislado.
El segundo video muestra justamente una de las dos ocasiones en que se permite la entrada a los jardines exteriores del palacio: el dos de enero, para recibir las congratulaciones del tennō (emperador), y el día de su cumpleaños. Una ceremonia de la que reniegan aquellos que discrepan con el sistema imperial, y especialmente quienes repudian los crímenes de guerra cometidos bajo la bandera del sol naciente. No obstante, acuden los otros -que el espíritu de un Japón racial y culturalmente superior, líder panasiático, no ha terminado-, pero también quienes sólo quieren presenciarlo como un espectáculo más, y tener la ilusión de ver a la familia imperial (aunque más probablemente a la controvertida princesa Masako) lo más cerca posible. Y hay, por supuesto, muchos extranjeros. Yo fui uno de ellos hace ya más de diez años, acompañado por el curador Masaki Motoi y por un grupo de familares y amigos, entre los que creo se encontraba la grabadora cubana Sandra Ramos. La ceremonia se repite unas tres o cuatro veces al día y a la entrada a los jardines entregan banderas japonesas que a la salida pueden ser desechadas en un cajón dispuesto para ello. Tal como se ve en la filmación, la familia imperial aparece detrás de una pantalla transparente y las palabras del emperador no pasan de ser las congratulaciones habituales.
Quisiera hacer notar que, casi al igual que en primer video, la única ocasión en que vi los pasillos de una estación de metro de las dimensiones e importancia de Hibiya -uno de los más cercanos accesos a Ginza- completamente vacía, fue un 31 de diciembre. Asimismo, que mientras camina hacia el cruce de la joyería Wako, donde se hará el conteo, la protagonista se pregunta si habrá gente, una duda que, evidentemente, no hubiera tenido lugar de haber estado yendo hacia Shibuya. Y, por último, que me sorprendió oirla mencionar a Odaiba -un extremadamente reciente (y aséptico) espacio de ocio y comercial, distanciado de la noción de sakariba- como otro de los mayores lugares para hacer el conteo de fin de año.
En ambos videos hay muchos detalles y espacios que bien merecerían algún comentario y, en ese sentido, los considero bastante ilustrativos. Desconozco, eso sí, si la playa de impenitentes surfistas de Chigasaki, en Kanagawa, adonde la protagonista acude a congelarse para ver ese primer amanecer del 2010, pudo ser, acaso, la misma playa adonde Hokusai refiere su conocida ola del Kanagawa, tal vez la más famosa de sus treinta y seis vistas del monte Fuji.
Viendo estas imágenes, una no puede dejar de sentirse fascinada y sorprendida a la vez. Es una curiosa mezcla entre lo exótico y lo familiar. Después de ver al emperador y a su familia, y luego escuchar las explicaciones de esta graciosa chica, me doy cuenta de cuánto nos parecemos los seres humanos, aunque provengamos de culturas que parecen antípodas. Me ha resultado muy gracioso oírla explicar los subterfugios que usan las tiendas para atraer clientes el 2 de enero, duplicando el valor de la mercancía contenida en esas bolsas con un nombre japonés que soy incapaz de repetir. Es como un “déjà vu".
ResponderEliminarPor cierto, terminé la novela de Murakami que me recomendaron el día de la cena. Una maravilla.