viernes, 5 de febrero de 2010

Vidrio holandés


Sobre el tema de la perspectiva que había apuntado en “Vistas tridimensionales en el Japón moderno: una nota al margen”, Amaury García Rodríguez nos ofrece en “La perspectiva en Japón y Asia” una muy provechosa contextualización del fenómeno dentro del período Edo 江戸. Leyendo un artículo de Laura Nenzi (pdf) sobre los viajes del samurái Kawai Tsugunosuke 河井継之助 a Yokohama 横浜 y Nagasaki 長崎, en 1859, me ha parecido interesante traducir para el blog el fragmento del encuentro de Tsugunosuke con el vidrio y los espejos holandeses en Nagasaki. Alude Tsugunosuke en sus notas a la tridimensionalidad y la perspectiva, pero sobre todo, a un ámbito visual y espacial común a muchos otros japoneses que, acaso sin la preparación del educado samurái, se enfrentaban por primera vez a la “exótica” occidental. (Y creo que, al menos desde este sentido, sería prudente matizar el juicio de la autora acerca de que “la fascinación de Tsugunosuke por los objetos de vidrio holandeses da una idea de su naturaleza curiosa y de su pragmatismo").

Igualmente, considero importante enfatizar lo que de algún modo sostiene Amaury: que no todos los japoneses estaban asombrándose todo el tiempo con los objetos o las técnicas de visualización occidentales -un cómodo lugar común para ilustrar las diferencias, pero inexacto en la generalización y, también, diacrónicamente- por la sencilla razón de que, especialmente quienes vivían en Yokohama, y sobre todo en Nagasaki, en mayor o menor grado convivían -o ya para la modernización habían convivido- con semejante "exótica". Tsugunosuke, por su parte, viajaba desde la muy distante Nagaoka 長岡, al noroeste de la ciudad de Edo 江戸. (Ello, por supuesto, con independencia de lo que para el caso de la perspectiva ilustra, y se cuestiona, Amaury con referencia a períodos anteriores a Edo). Queda implícito aquí no sólo el dispar acercamiento de Japón a la cultura material occidental, sino también la dispar valoración y apropiación que los japoneses de diferentes regiones podrían tener de ella. Colateralmente al tema –y sin haber detallado aun la clasificación de los diferentes tipos de viajes dentro de la cultura japonesa- me llama la atención si la habitual noción de peregrinaje -la visita a templos y santuarios, a lugares famosos del país (meisho, 名所) pudo ser, en la época, extendida (o, al menos, contemplada por sus protagonistas, más allá de ejecutar el cumplimiento de una orden, como en el caso de los samuráis) a estos viajes de encuentro con los espacios occidentales.

(El artículo de Laura Nenzi apareció en Early Modern Japan: an interdisciplinary journal, vol. 16, 2008 (pp. 68-83), y puede ser descargado gratuitamente desde: https://kb.osu.edu/dspace/handle/1811/36273 Recomiendo, igualmente, el artículo de Constantin Vaporis. La foto de Kawai Tsugunosuke esta tomada de: http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Kawai_Tugunosuke.jpg)

En el reporte de Tsugunosuke de la visita a la estancia holandesa, el vidrio (biidoro, del portugués, vidro) juega el mismo papel que el cerdo había jugado en el caso del asentamiento chino: marca la transición a un espacio extranjero. La mirada de Tsugunosuke se acerca a botellas y petacas, imágenes en vidrio, ventanas que lucen como “puertas deslizantes de cristales” (biidoro shōji), y espejos. Advirtió cómo los espejos dispuestos en una cierta habitación creaban una ilusión óptica debido a la cual “una habitación lucía como muchas”. Aun, estaba más intrigado que confuso: “Uno no ve un lugar así ni siquiera en las pinturas”, enfatizó. Una nueva inspección de tres o cuatro habitaciones avivó su admiración: “Todas eran bellas” (mina kirei nari) (77).

La fascinación de Tsugunosuke con los objetos holandeses de vidrio da una idea de su naturaleza curiosa y de su pragmatismo. Como caso de estudio, el vidrio es presentado prominentemente en las investigaciones que atienden al lugar de la cultura material en el encuentro entre Japón y Occidente. Martha Chaiklin, por ejemplo, ha mostrado cómo botellas holandesas, termómetros y espejos eran “exótica” popular para buena parte del japonés período Tokugawa; ella también usa el vidrio como ejemplo de una exitosa fertilización-cruzada tecnológica, argumentando que el conocimiento de las técnicas holandesas inspiró a los japoneses a mejorar sus propios métodos de fabricación de vidrio(78). Timon Screech añade que el vidrio (en la forma de espejos, lentes, espejuelos, microscopios, botellas y ventanas) “fue integral a la noción de ver a la manera Ran” y jugó un papel relevante en la sustentación de los enfoques “científicos” al estudio de Occidente, tanto como una general curiosidad por las cosas holandesas (“Holandomanía” o Ranpeki)(79). No es sorprendente, entonces, que Tsugunosuke se enfocara en este prominente símbolo de la tecnología occidental. No obstante, sin exotizarlo, él simplemente lo investigó en un esfuerzo para saciar su sed de conocimiento. En una manera como de comerciante observó que, en Dejima “objetos como botellas son más refinados (jōhin) que aquellos que llegan a Japón […] En cada país los objetos [que la gente] usa para sí misma son más agradables que los que ellos envían a otros países” (80).

(77) Kawai Tsugunosuke, “Chiritsubo,” p. 418.
(78) Martha Chaiklin, Cultural Commerce and Dutch Commercial Culture: The Influence of European Material Culture on Japan, 1700–1850 (Leiden: CNWS, 2003), Ch. 7.
(79 )Screech, The Lens Within the Heart, pp. 133 and 10.
(80 )Kawai Tsugunosuke, “Chiritsubo,” p. 418 (10/15).

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